La Senda

Por Clara Beltran:

 Ya habían transcurrido un par horas desde que el avión de Buffy había aterrizado en el aeropuerto de Heathrow. Un hombre, que enarbolaba un cartel donde figuraba escrito su nombre en letras mayúsculas y en color rojo, la esperaba a la salida de la terminal. Juntos subieron a un coche y emprendieron rumbo hacia un lugar indeterminado. El hombre no se aclaró cuando Buffy le preguntó a donde la llevaba, simplemente se limitó a decir.

 

     -No se preocupe por nada, señorita

 

La cazadora había vuelto a recostarse sobre el asiento trasero y esperó a que acabase el viaje. No se dirigieron hacia la ciudad, como había supuesto, sino hacia el norte, internándose en la profundidad de los bosques ingleses, donde una fina lluvia, fue sustituyendo de forma progresiva a la niebla. Después de lo que pareció un interminable trayecto, se desviaron de la carretera, atravesando un portalón de piedra de aspecto tosco. A lo lejos, muy a los lejos, despuntaban las tenues luces de una edificación.

 

    -Estamos llegando- indicó el hombre señalando las luces

 

Todavía tardaron algún tiempo, después de recorrer un extenso camino de gravilla rodeado de frondosos setos, en encontrarse frente al edificio, una construcción almenada probablemente muy antigua. El hombre bajó del coche y abrió la puerta educadamente a Buffy.

 

     -Vaya- exclamó cuando se halló de pie frente al edificio- jamás había visto algo tan... tan... tan...

 

     -¿Antiguo?- preguntó un hombre que apareció de repente, portando un paraguas para proteger a la chica de la lluvia

 

    -Viejo- dijo la cazadora, haciendo gala de su total sinceridad

 

El mayordomo suspiró ante las evidentes muestras de ignorancia, mientras custodiaba a la chica hasta la entrada. La joven atravesó el umbral, se quitó el chubasquero y lo sacudió para que se desprendiesen los restos de lluvia.

 

     -Usted, James, o como se llame- dijo dirigiéndose al mayordomo- vaya a decir que la cazadora ya está aquí.

 

     -Me temo que tendrá que esperar-dijo el mayordomo tomando el chubasquero de Buffy

 

     -¿Qué? ¡Hace días que comuniqué que venía!- exclamó entre desconcertada e indignada

 

¡Que demonios!, ella era la cazadora ¿cómo nadie acudía a recibirla?. Se sintió decepcionada. En fin, no esperaba una fiesta sorpresa, pero si al menos algo de consideración por los siete años que había ejercido como cazadora

 

    -Si señorita Summers –se excusó el mayordomo- pero no olvide que ahora tienen mucho trabajo. Ya sabe, desde que hay tantas y tantas cazadoras.... Están muy ocupados en estos momentos... porque no hace el favor de tomar asiento.

 

Buffy permaneció en silencio pensando. El Consejo se había reconstruido tras el asesinato de los vigilantes, e intentaban tomar de nuevo las riendas de la educación de las cazadoras. Por eso, cuando Buffy tuvo conocimiento de este hecho, se sintió en la obligación de presentarse ante el Consejo y comunicarles que renunciaba oficialmente a sus obligaciones.

 

Se sentó donde le indicó el mayordomo y se sacó los zapatos, tenía los pies mojados. Quizá había metido el pie en un charco al salir del coche, estaba tan cansada después de tantas horas de vuelo, que se tumbó en el incomodo banco de madera y se quedó amodorrada.

 

Fue cuando el reloj dio doce campanadas cuando despertó y se encontró con una cara observándola. El instinto la hizo reaccionar tomándolo de la cabeza y dándole un rodillazo en el estómago. El hombre cayó al suelo murmurando.

 

    -Por favor señorita- pronunció el mayordomo entre aullidos de dolor, agarrándose el estómago- solo he venido a decirle que ya puede entrar, que la recibirán ahora.

 

     -Pero hombre... - dijo Buffy ayudándole a levantarse- no debería acercarse a mi de esa forma.

 

    -Por favor, sígame- el hombre intentó mantener la compostura y recomponerse, mientras la guiaba a través de los pasillos.

 

La condujo frente a una impresionante puerta de madera maciza que se extendía hasta el techo. Sin duda era grande y pesada, como demostró el esfuerzo del mayordomo al abrirla, invitando a pasar a Buffy a través de ella. Por fin se iba a ver delante del Consejo, o lo que quedaba de el.

 

 La iluminación de la habitación era escasa. Una luz tenue alumbraba una larga mesa corrida con capacidad para una docena de personas, pero los asientos estaban vacíos, con excepción de los tres centrales, ocupados por tres personas muy ancianas, dos hombre y una mujer. No hablaban entre ellos, permanecían en silencio, un silencio solo interrumpido por el dificultoso respirar del anciano que ocupaba el asiento central y el pitido de un fax. Buffy levantó la mano saludando y sonriendo al trío, que respondieron con una ruda pregunta

 

     -¿Puede saberse que quiere?- dijo el hombre que ocupaba el asiento central con la vista fija en unos documentos que se extendían sobre la mesa

 

    -¿Cómo?- Buffy pareció desorientada, preguntándose si aquella era la hospitalidad inglesa

 

     -Tenemos poco tiempo, señorita Summers- dijo el otro hombre, sentado a su derecha y cuya cabeza se cubría con un peluquín que llamó poderosamente la atención de Buffy, pensó incluso en hacer alguna broma, pero la situación parecía lo suficientemente grave para no echarse a reír.

 

     -Bueno... – dijo Buffy- pues si tenemos poco tiempo iré al grano. Lo dejo

 

Los miembros del Consejo no dijeron nada, ni siquiera levantaron la vista, con excepción de una mirada de refilón de la mujer. Buffy se sintió decepcionada, esperaba por lo menos que le dijesen,”usted vale mucho, debe seguir con nosotros” aunque en realidad hubiese preferido “¿qué haremos sin usted ahora? es la mejor cazadora que hemos tenido, los anales de la historia hablarán de sus proezas, la echaremos de menos, pero bien es cierto que se merece un descanso”.

 

    -Quiero decir- continuó la cazadora ante la falta de entusiasmo mostrada por sus oyentes- ahora tienen muchas cazadoras que pueden hacer mi trabajo y...

 

El hombre del peluquín golpeó con violencia la mesa y varios de los papeles que tenía sobre ella saltaron al mismo tiempo que se congelo la voz de Buffy.

 

     -¿Y quien tiene la culpa señorita?- gritó, y la señaló con el dedo amenazante- usted y solo usted, usted y su maldito vigilante que no ha sabido encaminarla por la senda correcta. Usted que se salta las normas y no sabe que las cosas tienen que hacerse de una determinada forma, por alguna razón. Si señorita, por alguna razón. No podía limitarse a hacer su trabajo, no, tenía que sobrepasarse, usted ...- entonces se echó la mano al pecho

 

   -Atticus- dijo la mujer- no deberías excitarte

 

   -Tienes razón, Eloise, no deberíamos excitarnos ninguno de los tres- dijo el anciano que ocupaba el asiento central, su discurso se vio interrumpido temporalmente por un ataque de tos y después continuó- muy bien señorita, la hemos oído, ahora salga de aquí y no moleste más.

 

¿Qué era aquello?¿cómo aquellos tres carcamales se atrevían a despreciarla así?¿qué había hecho sino sacrificar su vida a favor del bien y del Consejo? Quería decir algo, gritarles cuatro palabritas... pero no sabía que rebuscada palabra podría emplear para ofenderles, que le permitiese resarcirse de tal agravio. Solo pronunció sonidos guturales, mientras el mayordomo entró y la tomó del brazo. Sin poder evitarlo le clavó el codo en el estómago y en un segundo, mientras se disculpaba, se sintió ridícula. Allí, intentando insultar a tres viejos y haciéndole daño a otro. Giró y echó a caminar apresuradamente hacia la salida.

 

Justo cuando estaba atravesando la puerta, entraba dos hombres jóvenes y fuertes, que traían a alguien esposado, y con la cabeza cubierta por una funda negra. Tropezó con ellos y cayeron los cuatro al suelo.

 

     -¡Malditos cabrones!- escuchó una voz conocida - ¿es que no sabéis por donde vais?

 

     -Perdón – dijo Buffy mientras observaba como uno de los hombres cogía por un brazo a la chica de la capucha en la cabeza, que intentaba defenderse dando patadas al aire.

 

     -¿B?- dijo- ¿eres tu?

 

     -¿Faith?- exclamó Buffy- ¿qué demonios haces aquí?¿cómo has llegado a Inglaterra?

 

     -¿Qué estoy donde?- farfulló Faith bajo la capucha- estos malditos cabrones me han traído ...

 

     -Ante el Consejo- dijo uno de los hombres que la sujetaban- para que pagues de una vez, maldita zorra, todo lo que has hecho.

 

     -Un momento- intercedió Buffy- no pueden tratarla así... ha cambiado... ha luchado de nuestro lado.

 

     -Creí haberle dicho que saliera de aquí- intervino de nuevo el hombre que ocupaba el asiento central-

 

     -No pueden hacer esto- gritó Buffy, pero sus gritos y protestas se interrumpieron cuando uno de los hombres que sujetaban a Faith, la cogió por un brazo tomándola totalmente  desprevenida y la empujó fuera de la sala. Solo pudo entrever como Faith se defendía y caía al suelo sin sentido, después de que alguien la golpease en la cabeza. Entonces la puerta se cerró y se hizo el silencio, solo interrumpido de nuevo, por el pitido del fax.

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