“EL ÁNGEL CAIDO”

 

(Escrito por Federico Hernán Bravo)

 

SEGUNDA PARTE

 

Caía.

 

Mi primer recuerdo era que caía. Todo a mí alrededor era un abismo infinito de oscuridad y yo caía a través de él. Desesperado, intenté asirme de algo para frenarme, pero fue inútil…

 

No había nada de que aferrarse.

 

Grité.

 

De repente, una mano me sostuvo por detrás, deteniéndome. Muy despacio, fue como si alguien me depositara sobre una superficie acuosa, como el agua charcosa de una ciénaga.

 

Me costó bastante hilvanar una idea coherente de donde me encontraba y cual era mi situación. Recordaba el disparo de la escopeta, la bala atravesándome el corazón y a Mefistófeles sonriendo y anunciándome que nos veríamos en el Otro Lado.

 

-¿Desorientado?- preguntó una voz desagradable y conocida cerca.

 

Me volví hacia él y lo vi. Mefistófeles se encontraba allí… Estaba de brazos cruzados, mirándome, desde la cima de una curiosa barca de estilo egipcio que flotaba en lo que en verdad, parecía ser una laguna muy grande, por lo que veía.

 

-Vamos, sube- me dijo y me tendió una mano. Con algo de dificultad, subí a la barca, mareado.

 

-¿Dónde estamos?

 

-Laguna Estigia- me informó, volviéndose hacia una figura encorvada en un rincón de la barca y que esperaba pacientemente sus ordenes- Vamos, Caronte… Que comience el tour.

 

-Sus deseos son órdenes, Señor de las Tinieblas- dijo un anciano horrible y ciego, tomando un remo entre sus manos purulentas y comenzando a remar.

 

-¿Caronte?- dije y mire a Mefistófeles- ¿El barquero del Infierno?

 

-El mismo.

 

-Entonces… ¿¿¿Estoy en el Infierno???

 

Mefistófeles enarcó una ceja, sonriendo de manera burlona.

 

-Amigo mío… apenas empieza el viaje.

 

Silbe, sorprendido, y me miré en el lugar donde se suponía que debía estar la herida de bala.

 

…Nada… No había nada…

 

-¿Estas desorientado, verdad?- me preguntó el Diablo.

 

No le respondí. Dirigí mis ojos hacia el paisaje lúgubre que me rodeaba, descubriendo que estábamos en un lugar que parecía ser una suerte de cuevas o túneles subterráneos increíblemente alucinantes. Esa laguna donde nos movíamos lentamente con la barca debía de ser muy ancha y grande…

 

Súbitamente, una figura se alzó de entre el agua cenagosa y encharcada. Un hombre aparentemente de edad mediana, vestido con harapos y medio podrido, intentó subirse a la barca.

 

-¡Largo!- grito el viejo Caronte, dándole un golpe con su remo en la cabeza a aquel triste fantasma, que cayó nuevamente en el agua, mascullando insultos.

 

Un coro de gemidos lastimeros se sintió. Había mas figuras flotando por ahí, en mitad de la laguna, intentando en vano liberarse. Muchas de ellas, al ver la barca, se arrastraron y suplicantes, nos miraron para que las dejáramos subir.

 

Siempre hosco, Caronte los golpeaba cada vez que intentaban hacerlo y los echaba con insultos y amenazas.

 

Me sorprendí al ver a Mefistófeles riendo a carcajadas, ante tamaño espectáculo. Le pedí explicaciones y, como no podía ser de otra manera, me las dio…

 

-Son las almas de aquellos que no pueden descansar en paz- me dijo, meneando la cabeza y sonriendo sádicamente- Están atrapadas aquí.

 

-¿Pero por qué?

 

-En la Tierra no tienen sepultura ni nadie que los llore… muchos fallecen en la ignominia total. Como es de esperarse, todos vienen a parar aquí.

 

Me conmoví muchísimo al ver a toda esa gente gimiente suplicándonos que los lleváramos en la barca, que los liberásemos de ese suplicio.

 

-Es terrible- dije en voz alta.

 

-Y eso recién empieza…

 

Mefisto señaló hacia más adelante. El viaje terminaba en lo que parecía ser una suerte de puerto.

 

Había más almas allí. Gente de todas las edades, haciendo fila para entrar en otro recinto. Todos tenían caras transformadas por el miedo y la incertidumbre… Lentamente, se movían a medida que la fila se liberaba de su carga recién llegada.

 

Todos eran atendidos ante una suerte de portón de hierro oxidado por un sujeto alto, vestido con una túnica negra y con ojos de serpiente iguales a los de mi acompañante infernal.

 

Bajándonos de la barca, Mefistófeles se abrió paso entre la multitud que se apretujaba en aquel sitio (que al reconocerlo, retrocedió espantada) y encaró a aquel sujeto.

 

-Déjanos pasar, Raziel- dijo mi guía, riendo- Vengo con un invitado muy especial…

 

-Mefistófeles- dijo el tal Raziel, arrugando la nariz como quien ha olido algo desagradable- ¿Qué haces aquí? ¡Sabes muy bien que tienes prohibida la entrada!

 

-Déjate de payasadas y déjanos entrar… Si estoy aquí con este…- me señaló- …Es por que así lo han querido por allá arriba.

 

 

Raziel me miró evidentemente sorprendido y frunció el ceño.

 

-Un vampiro- dijo.

 

-Un vampiro con alma- lo corrigió mi guía.

 

-Increíble…

 

Raziel se hizo a un lado y nos dejo pasar. Vi como las almas reunidas en aquella entrada me miraban… Todos parecían bastante asustados.

 

-Aclaremos algo…- le dije a Mefistófeles apenas nos adentramos en otro lugar- ¿Quién era ese tipo y que es toda esta charla? ¿Cómo que tienes la entrada prohibida? ¿No se supone que tú eres el jefe de este sitio?

 

-¿Yo, dueño de este sitio?- dijo, con tono de burla, riéndose.

 

-¿Qué te causa tanta gracia?

 

-Federico… Hay tantas cosas que desconoces…

 

-Pues ilústrame.

 

-Para empezar, yo no soy el dueño del Infierno.

 

-¿No?

 

-No.

 

-¿Y entonces? ¿Quién es el que manda en este lugar?- quise saber, confundido.

 

-Dios.

 

-Explícate.

 

-Este sitio es como una prisión, si quieres comparaciones… Es como un penal, adonde se deposita la “escoria” de la Tierra. Yo no soy el dueño de este sitio, amigo mío… mi zona de destierro es en la misma Tierra.

 

Me detuve a analizar aquello.

 

-¿Dices entonces que Dios es el dueño de este lugar?- inquirí.

 

-Dios es el dueño de todo el Universo, ya que lo creó él… Este sitio, bueno… También es creación suya… Piensalo de esta manera. Estamos en una prisión y Dios es el director del lugar. Aquí la gente que ha pecado debe pagar sus culpas eternamente.

 

-¿Eternamente? ¿Estas personas sufren castigos durante toda la eternidad?

 

-Así es.

 

Enmudecí. Caminábamos por un largo pasillo de roca hacia otro recinto y mientras lo hacíamos, mi mente daba vueltas al asunto en cuestión de donde me hallaba y mi situación personal.

 

-Dime si no es una contradicción…- dijo mi guía, mas para si mismo que para mí- Dios es bueno, eternamente sabio y justo… misericordioso… ¡Y castiga por toda la eternidad a las ovejas descarriadas una vez que mueren! Que raro…

 

-¿Estoy muerto?

 

-No… Eres un vampiro. Esa bala no puede dañarte.

 

-¿Y entonces?

 

-Digamos que debía hacer este pequeño truco para que pasases a esta región…- suspiró- Son las reglas. No las inventé yo, claro… No te preocupes. No estarás mucho por esta zona… Será rápido.

 

-¿Quién era el tipo de la entrada?- insistí en saber.

 

-El guardián de la puerta… Otro ángel como yo…

 

-¿Un Caído?

 

-Si.

 

-¿Quién lo puso ahí?

 

-Es una suerte de condena para él… como para mi lo es estar atrapado en la Tierra, sin posibilidad de volver a la Gloria.

 

Iba a preguntar mas, pero entonces, un coro de gemidos, gritos e insultos y suplicas me llegaron hasta los oídos. Estábamos entrando en otro recinto de aquel sitio y lo que iba a ver, se grabaría a fuego en mi memoria…

 

Como un cuadro surgido de una pesadilla alucinante, había mucha mas gente allí siendo torturada, en mitad de un fuego abrasador mezclado con azufre. Muchos estaban atados a las paredes con gruesas cadenas, otros se hallaban encerrados en celdas llenas de pinches o crucificados…

 

Todos exhibían sendas marcas en su piel de heridas inflingidas. Todos gritaban y suplicaban misericordia, mientras desde un punto indeterminado del techo, caía una lluvia interminable de sangre, que al parecer no tenia el poder de apagar aquel fuego devorador.

 

-¿¿Qué lugar es este??

 

-Bienvenido, mi amigo, al corazón del Averno- dijo Mefistófeles, extendiendo los brazos en todas direcciones- He aquí a los pecadores sufriendo su (¿¿justo??) castigo. Aquí están las sombras de todos los que han derramado sangre de inocentes en la Tierra, de aquellos que violaron, mintieron, estafaron y cometieron genocidio… De los mas malvados, de los irredentos, de los blasfemos…

 

Gritos. Cientos de gritos. Gente herida de manera increíble, arrastrándose por el piso cubierto de sangre roja y espesa… quemados por el fuego. Retrocedí, aterrorizado… Podía oírlos a todos.

 

-Mira, allí están Hitler, Atila, Mussolinni, el Gengis Khan, Nerón y demás…- mientras decía esto, Mefisto señaló a unas sombras gimientes que se retorcían en un rincón- ¿Adonde esta la grandeza de sus vidas terrenales? ¡Pobres tontos! La han perdido…

 

-¡Sacame de este lugar!- grite a mi vez, intentándome imponer al estruendo de aquel sitio.

 

-¿Perdón? No te escucho bien… con todo este ruido.

 

-¡Sacame de aquí!

 

-¿Ya te asustó el paisaje? ¡Queda mucho más por ver!

 

-¡No me importa! ¡¡Sacame de aquí!!

 

Al elevar mi voz para que mi guía me escuchara, las sombras de los condenados se exaltaron más. Ahora, los siguientes gritos vinieron dirigidos a mí…

 

-¡¡AYUDANOS!!

 

-¡POR FAVOR, SACANOS DE AQUÍ!

 

-¡¡SOCORRO!!

 

-¡PIEDAD! ¡PIEDAD!

 

-¡SALVAME! ¡SALVAME!

 

-¡¡EL DOLOR!! ¡¡¡ES HORRIBLE!!!

 

-¡AYUDANOS!

 

-¡¡Basta!!- grité, intentado taparme los oídos- ¡No puedo ver mas esto! ¡¡Sacame!!

 

-Eres muy blando, mi amigo- Mefisto realmente estaba disfrutando todo aquello- Para mi, esto es como un canto de las ballenas o, mejor… como el coro de la iglesia… Ah… y pensar que muchos están aquí debido a mi…

 

Sonrió. Era un genuino enfermo, satisfaciéndose con el dolor ajeno, como un loco obsesivo disfrutando del sufrimiento de otros.

 

Los tímpanos se me estaban desgarrando. Varios condenados lograron arrastrarse ante nosotros y comenzaron a aferrarme de mis piernas, tironeándome para llamar la atención…

 

-¡¡AYUDANOS!!

 

-¡SACAME DE AQUÍ!

 

-¡ESTE SITIO ES HORRIBLE!

 

-¡SALVAME!

 

-¡Atrás!- dije, intentando soltarme. Era terrible enfrentar a esos rostros desfigurados por el sufrimiento.

 

Hubo una sombra en particular que se destaco de todas. A diferencia de las demás, no pugnaba  por pedirme ayuda. Se encontraba acurrucada en el interior de una sucia celda llena de pinches y estaba tan lastimada como todos en aquel sitio…

 

…Sin no mucho asombro, la reconocí como Drusilla…

 

Su rostro lleno de dolor se volvió hacia mí. Vestía unos harapos y llevaba el cabello revuelto… Al ver sus grandes ojos expresivos fijándose en los míos, sentí un dolor muy, muy profundo en mi alma.

 

-Dru- dije.

 

-Federico- respondió ella, llorando en silencio.

 

De un empujón, aparté a todos los condenados que me rodeaban y corrí hacia ella. Dando uso de mi fuerza sobrehumana, rompí la puerta de la celda donde se encontraba y la saqué.

 

Temblaba como si sintiera frío. La rodee con mis brazos…

 

-Dru- repetí.

 

-¡Que tierno!- Mefistófeles se encontraba detrás mío, mirándonos con los brazos en jarras- El reencuentro esperado… Un amor que trasciende todas las barreras.

 

No me fije en su tono de burla. Todo el mundo de dolor que me rodeaba se había esfumado para mí. Solo existía ella, la única… La mujer que me hizo lo que soy, a la que ame con pasión y a la que tuve que matar…

 

…La que había condenado a yacer en semejante sitio…

 

-¡Perdóname!- me dijo, de repente, en mitad de un mar de llantos- ¡Y-Yo no quería…! ¡No quería atacarte! Yo… ¡Yo lo siento!

 

-Shhh… Ya todo esta bien, mi amor- dije, llorando a mi vez- Ya pasó.

 

-No… Es mi culpa. ¡Es mi culpa!- gritó- He sido una niña mala, una niña muy mala…

 

Se apartó de mí y comenzó a bambolearse de un lado a otro, con la mirada perdida.

 

-He sido una niña muy, muy mala- repitió, con la cadencia de los locos- Mala, mala…

 

-Como puedes ver…- Mefistófeles interrumpió a la muchacha, dirigiéndose a mi- …Te dije que tu amada sufría en el Infierno.

 

-¡Esto es espantoso!- exclamé, asqueado.

 

-Estoy de acuerdo… ¡Este sitio no debería existir! Es incomprensible… ¿Puede acaso un Dios que se llama justo y misericordioso condenar a tantas personas a semejantes penas y dolores? ¿Puede acaso alguien bueno permitir tanto sufrimiento?

 

No le respondí. Sumido en la amargura, contemplaba a Dru y a todos los demás muertos que se retorcían en aquel sitio. El lugar era tremendamente horrible… era la suma de todo el dolor que hay en la Tierra, pero localizado, concentrado en un solo punto.

 

-No… Este sitio no debería existir- siguió diciéndome Mefistófeles- Tampoco debería haber dolor en el mundo… ¡Las cosas tendrían que ir bien!

 

Al decir aquello, él mismo pareció abatido. Ya no había tono de burla en su voz, solo una especie de dolor personal infinito.

 

-Sacala de aquí- dije, señalando a Drusilla- Libérala del dolor.

 

-Claro… pero me temo que no será algo tan sencillo- otra vez, sonreía siniestramente.

 

-¿Qué quieres? ¡Te daré lo que sea! ¡Solo sacala de este sitio!

 

-Federico, Federico… ¿De verdad quieres saber para que existes?

 

Nuevamente, me quede mudo. Su pregunta retomaba el hilo de mi búsqueda… esa búsqueda sobre respuestas al por qué de mi existencia y a la no perdida de mi alma.

 

-Te dije que te lo revelaría… que te daría las respuestas…

 

-No me interesa… Ahora no- me volví hacia Dru. Lloraba desconsolada, tapándose la cara con las manos- ¡Solo quiero que ella sea libre!

 

-Ella esta muerta- declaro mi guía infernal, impávido- Pero creo que tal vez podría hacer algo por ella aun… tal vez tengas una chance para salvarla y… ¿Por qué no? Una chance para que vuelva contigo, a tu lado.

 

-¿Qué? ¡Haré lo que sea!

 

-Dolor, dolor- canturreo Drusilla- Todo es dolor…

 

-Primero, lo primero, mi buen amigo… ¿De verdad estas dispuesto a hacer lo que sea por su liberación?

 

-¡Si!

 

-Entonces, es un pacto.

 

-¿Qué?

 

-Un pacto… Tú haces un pacto conmigo… Tú me das una cosa que yo anhelo muchísimo a cambio de la liberación de tu amada y su resurrección.

 

-¿Resurrección?

 

-¡Claro! ¿No quieres que vuelva a vivir, a tu lado?- sonrió, irónico- Yo puedo devolvértela, amigo. Es mas, puedo regresártela como humana… ¿Te lo imaginas? Libre totalmente no solo del Infierno, sino, de la maldición del Don Oscuro… Pero claro, esto es solo decisión tuya.

 

-Acepto.

 

-¿Tan rápido? ¿Ni siquiera un cuestionamiento? Mira que no voy a pedirte rosas…

 

-No me importa lo que me pase a mí… Con tal de que ella sea libre… ¡Acepto!

 

La sonrisa glacial de Mefistófeles se ensanchó más.

 

-Muy bien… Es un pacto.

 

Se produjo un estruendo terrible. Todo el panorama a mi alrededor desapareció barrido de un plumazo y me encontré de repente otra vez en la Tierra.

 

Mis ojos se abrieron y contemplaron el techo de una ambulancia y varios médicos que me rodeaban, mirándose absortos unos con otros.

 

-¡No tiene pulso!- escuché decir a uno- ¿Qué clase de ser es?

 

-Y la herida de la bala… ¡Se ha cerrado totalmente!- dijo otro, igual de sorprendido como el anterior.

 

Me incorporé. Los médicos se asustaron y retrocedieron. Me di cuenta entonces de que la ambulancia estaba en movimiento y se dirigía hacia un hospital.

 

No dije nada. De un salto, rompí las puertas del vehículo y caí en mitad de una avenida desierta, en plena noche. La ambulancia a mis espaldas no se detuvo y pronto se perdió entre las sombras.

 

Mefistófeles estaba allí. Se encontraba de pie, al lado de un farol, cruzado de brazos. Me miraba sonriéndome burlonamente…

 

-Bienvenido a casa- anunció.

 

-¿Cuál es el precio para liberar a Dru?- pregunté.

 

-Quiero que robes algo para mi… algo sagrado… algo que hará definitivamente que el mundo… que el Universo me recuerde… y, que al fin de cuentas, me liberará para siempre de mi dolor de tener que estar anclado a este planeta.

 

-¿Qué cosa?

 

-Quiero que robes la Llave…

 

-¿La Llave? ¿Qué llave?

 

-La Llave… Un poder cósmico capaz de abrir todas las Puertas de la Creación. El único objeto que me permitiría volver al Cielo…

 

-¿Y donde encuentro esa “Llave”?

 

-Te será fácil hallarla… Es mas, ya la conociste.

 

-¿De que hablas?

 

-Esta oculta dentro de alguien… Dawn Summers.

 

-¿Dawn? ¿¿La hermana menor de la Cazavampiros??

 

-Si… Debes volver a Norteamérica y robar la Llave… Ese es el precio para la liberación y el regreso de Drusilla. ¡Debes traerme la Llave!

 

Asentí. Sentía un profundo dolor en mi alma. Por primera vez, en todo este tiempo, iba a cometer un acto realmente maligno, un acto realmente terrible…

 

…Un acto que traería consecuencias no solo para mí, sino, para el mundo…

 

 

 

CONTINUARA…

 

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