El vampiro en la sombra

Por Clara Beltran:

La noche había caído como un manto pesado y oscuro pintado de estrellas sobre los tejados de la calurosa Nueva Orleáns. Las calles estaban en calma, bajo un silencio pausado, solo quebrado por el silbido de un hombre que paseaba lentamente por la plaza de arriba a abajo, frente a la tienda de magia del barrio antiguo. Las luces de neón del establecimiento se filtraban por la ventana de la habitación de una pequeña pensión situada al otro lado de la calle, y se reflejaban en el cuerpo desnudo de una chica rubia tendida sobre la cama, de espaldas a la ventana. Del rosa pasaba al amarillo, al verde y luego al azul, anunciando los poderes adivinatorios y los conjuros de amor de Madame Bernice.

Desde la sombra, el vampiro observaba fijamente el cuerpo de la chica. Las luces del día por fin se habían extinguido, lo que le había permitido abrir la ventana y descorrer las ligeras e inmaculadas cortinas en busca de un poco de fresco. Aun así, el ventilador seguía girando sobre el cuerpo de la joven y hacía aletear de vez en cuando las sábanas desparramadas. Se mantuvo sentado, en la esquina en penumbra, observando el hermoso y esbelto cuerpo de la chica,  recordando la primera vez que la había visto.

 

Había sucedido una semana atrás. Estaba en un callejón entre dos edificios abandonados y semiderruidos, entretenido en limpiarse la sangre verdosa de un demonio, cuyo cadáver yacía unos pasos detrás de el, cuando sintió muy ligeramente, como muy diluido, el olor de la sangre humana, pero no una sangre cualquiera, el olor de una sangre muy especial. Elevó la vista y entonces la vio. Caminaba por la acera acompañada de dos chicas más, pero su risa tan alegre y llena de vida destacaba por encima de las otras. Llevaba los libros bajo el brazo, como si acabase de salir de clase, o quizá de la biblioteca.

 

La primera reacción del vampiro fue esconderse, que no le viese, que no le reconociese, pero... no, no podía ser ella, ella no podía abandonar Sunnydale, su trabajo estaba en Sunnydale. Sin embargo tenía el mismo aire al caminar que imprimía la cazadora en sus pasos, la misma forma de inclinar la cabeza, e incluso podía imaginar en ella su misma sonrisa e incluso su misma cara de preocupación. La siguió en la distancia, hasta que el grupo se detuvo frente a un edificio dos manzanas más allá. Se despidió de sus amigas bromeando sobre un incidente que les había provocado sendos cortes a dos de ellas en un dedo -el podía todavía notar el olor de la sangre- y entró en el inmueble sola. El vampiro esperó en la acera de enfrente, observando la construcción que la había absorbido y arrancado de la retina de sus ojos, hasta que vio la silueta de la muchacha traslucirse en una de las ventanas de los pisos altos. Estuvo allí observando el ir y venir de su sombra por el apartamento, hasta que las luces se apagaron e imaginó que se había acostado.

 

Los noches siguientes se convirtieron en rutina. Comenzó a seguirla allí adonde iba. Solo, callado, en silencio, con los sigilosos movimientos de un vampiro. Primero la siguió en la distancia, desde donde la observaba de lejos sin intentar siquiera cruzarse en su camino. Luego sintió la urgente necesidad de acercarse un poco más, hasta captar el aroma de aquel perfume tan familiar. Una noche en el cine ocupó la butaca situada detrás de donde ella se había sentado y se atrevió a alargar la mano y rozar la suavidad de su pelo, el mismo pelo rubio de la cazadora. Otra noche se sentó a su lado en la barra de un bar, lo que le permitió escuchar su conversación. Hablaba sin para de un viaje que iba a hacer a Nueva Orleáns. Una de aquellas amigas que la acompañaban a todas partes era nativa de allí y la había invitado a pasar el Mardi Gras en casa de su padre. No dudó en seguirla, se embarcó en el mismo avión que ella y no le quitó ojo hasta tomar tierra. Finalmente la noche anterior, ya en Nueva Orleáns, la abordó mientras observaba a unos niños bailar en la calle. Sus amigas se había adelantado y se había quedado sola.

 

-¿Cómo te llamas?-preguntó el vampiro que no pudo evitar más la distancia que les separaba, sintiendo la necesidad de conocer la identidad de la joven que quizá era Buffy, su Buffy

 

La chica pareció asustarse. Renuente a dar su identidad, se apartó y caminó en la dirección que había tomado sus distraídas amigas, pero el vampiro la sujeto por un brazo sintiendo la suavidad de su piel.

 

-No voy a hacerte daño- dijo, y su voz era tan lastimosa que la chica se enterneció. Se detuvo de nuevo y le preguntó si se encontraba bien

 

-¿No me recuerdas?-preguntó el vampiro con aquel gesto sombrío en su rostro

 

La chica pareció desconcertada, dejando claro que no le conocía de nada

 

-¿No recuerdas Sunnydale?¿A Giles, Willow....

 

La chica siguió muda. Estaba claro que no recordaba, que no era Buffy, o que era Buffy, pero no recordaba nada

 

-¿Cómo te llamas?- volvió a preguntar, pero ante el silencio de la joven que seguía extrañada dijo- dime al menos la inicial de tu nombre.

 

La chica dudó durante unos segundos, después sonrió, como si todo fuese una broma o aquel chico buscase una absurda excusa para entablar conversación con ella.

 

-B- dijo, mi inicial es B- puedes llamarme B y te invito a tomar una copa, o lo que sea típico aquí ¿sabes lo que es típico en Nueva Orleáns?

 

-No tengo ni idea- contestó el vampiro y sonrió.

 

Sonrieron los dos. La chica le miró a los ojos y se dibujó en ellos un gesto extraño, como si pudiese o creyese poder llegar un poquito más allá del interior del vampiro.

 

-¿Nos hemos visto antes?-preguntó

 

-Quizás-dijo el vampiro y no dijo nada más. Solo la observó.

 

 Mientras caminaban juntos, pensó que el destino parecía haberse burlado de todos y había construido una Buffy al margen de la otra Buffy. Una Buffy no cazadora, solo simplemente inocente y aparentemente feliz. Después hablaron durante horas sentados en un bar. Ella le contó  cosas de sus estudios, de su vida, de su familia y de todas la banalidades de una estudiante universitaria al hombre que la miraba como herido, doliente y triste.

 

-Háblame de ella- dijo la joven- de la chica con la que me confundiste

 

Entonces el relató muy sucintamente la historia de un gran amor y una gran pérdida, de la necesidad de la separación. Y a cada palabra, a cada detalle de la historia que el vampiro describía, la chica parecía entretejer una red invisible que le acercaba un poco más a el.

 

 Después con la intención de alcanzar un cacahuate se rozaron las manos y antes de que pudiesen darse cuenta las tenían entrelazadas. Solo B necesitó que volviesen a cruzarse sus miradas para saber que había sucumbido a las flechas de cupido, como si aquel hubiese sido el hombre que había estado esperando toda la vida. Juntos entraron en la pensión del barrio antiguo antes de que saliese el sol, sin pensarlo demasiado ¿para que perder el tiempo?

 

-Yo...- dijo el, que parecía dudar- hay tantas cosas de mi que no conoces.

 

La chica posó el dedo índice en los labios del vampiro ordenando un dulce silencio.

 

-Solo bésame- dijo y el así lo hizo.

 

Y a cada caricia, a cada beso, se hundían más y más en el universo del amor solo reservado para unos pocos privilegiados. Pasaron así la mañana y al mediodía se durmieron abrazados sobre la cama.

 

            Los gritos de alegría y la música penetraron por la ventana anunciando que el carnaval había comenzado. El vampiro dejó sus ensoñaciones. Entonces se levantó de su cómodo sillón de mimbre cobijado en la pared más oscura de la habitación y camino hacia la chica. Su cuerpo interrumpió el flujo de luz que hasta el momento se reflejaba en ella para proyectarse sobre su propio torso desnudo, donde un enorme grifo se abatía sobre su espalda. Se sentó en el lecho junto a la joven, que seguía inerte, y alargó la mano acariciando la suave y delicada piel de la espalda con los dedos, siguiendo el curso de la columna. Después le besó la piel, mientras sus manos avanzaban hacia los hombros, apartando el pelo para despejar el camino hacia el rostro posiblemente amado y quizá buscar sus labios. La chica despertó, pareció decir algo o simplemente ronroneó, porque el ruido que se filtraba del exterior hacía difícil la comunicación, sin embargo se deslumbró una pequeña carcajada cuando el vampiro besó su cuello. Después se inclinó otra vez sobre ella y susurró tiernamente a su oído.

 

-Sabes que en otro tiempo hubiese perdido mi alma por esto- dijo a la chica sin soltarle los hombros

 

Ella sonrió divertida.

 

-¿A si?- su tono era de burla, entraba en el juego de aquel hombre casi desconocido- ¿y por que no la has perdido si puede saberse?

 

-Quizá por que no la tengo ya- dijo y volvió a inclinarse sobre su cuello

 

 Ella se sacudió divertida al recibir de nuevo la boca del vampiro, después movió levemente la cabeza y dejó de sonreír mientras se sacudía con mayor intensidad. Sus manos empezaron a agarrar con desesperación la sabana blanca. La misma sábana blanca que poco a poco empezó a teñirse de rojo. Llamó al vampiro por su nombre “Angel”, pero finalmente gritó de dolor y desesperación con la absurda esperanza de que alguien entre el gentío pudiese oírla. Su cuerpo peleó bajo el peso y la presión de las manos del vampiro, agarrándose a la esperanza de que el dolor acabaría, sintiendo como cada vez penetraban más y más los dientes en su carne desgarrándola, hasta que la energía pareció abandonarla y dejó de debatirse, mientras el vampiro seguía alimentándose de forma brutal. Finalmente el vampiro se levantó molesto y escupió restos de sangre sobre el suelo, simple sangre vulgar, no el sabor dulce de la sangre que fluye por las venas de las cazadoras

 

-¡No eres ella!- grito enfadado-solo eres un fraude

 

 Seguía viva, por supuesto, lo que más parecía excitar al vampiro era la agonía. Giró a la chica que quedó mirando hacia el ventilador que giraba frenético dando vueltas. Su respiración era entrecortada y los ojos brillantes estaban fijos en el movimiento envolvente de las aspas. El vampiro se apartó un poco para observar su obra.

 

            - Podrías ser la cazadora- dijo Ángelus más tranquilo pero con desprecio- pero no lo eres. Solo eres una golfa vulgar y corriente.

 

La chica no dijo nada, demasiado ocupada en intentar sobrevivir. Un leve reguero de sangre se deslizaba de cuello continuaba el penoso camino del ahora pálido brazo y acababa encontrando el abismo del suelo desde el trampolín de sus finos dedos.

 

-Te mueres- dijo de nuevo inclinándose junto a ella y observándola fijamente, ahora ya no le recordaba tanto a la cazadora, incluso si se fijaba con más atención encontraría un montón de diferencias- te mueres y no podrás hacer nada, porque no eres nadie.

 

De todas formas la decepción inicial dejó paso a la valoración de los resultados. Todo había salido bien. Fingirse Angel había resultado ventajoso. Pese a las ansias de romper a reír con las tonterías que le contaba la chica, hacerse pasar por el aburrido y patético Angel daba resultado. Las chicas acudían como las moscas a la miel. Recordó como había disfrutado imaginando todo el dolor que provocaría a la chica, como rompería su patético corazoncito. Había disfrutado casi tanto imaginando que provocando aquel dolor. Paciencia y perseverancia. Desde el mismo día en que volvió a perder su alma volvió a iniciarse su obsesión por la cazadora. La necesidad de utilizarla y luego herirla, destruirla, era la estrella que guiaba sus paso. Jamás podría olvidar el sabor de su sangre, pese a que fue Angel quien bebió de ella. Pero Ángelus siempre estaba allí y aquel sabor le seguía acompañando en su recuerdo. Aquella chica se parecía tanto a la cazadora… parecía que había estado tan cerca de hacerlo. Pero en fin… todavía podía divertirse. Durante estos pensamientos sonó el teléfono de la chica como lo había hecho la noche anterior mientras hablaban en el bar. En aquella ocasión ella disuadió a sus amigas de reunirse con ellas, pero ahora había pasado mucho tiempo y quizá estaban preocupadas.

 

-Una llama- dijo- no te levantes cariño, ya lo cojo yo.

 

Angelus apretó el botón que daba paso a la llamada y se lo acercó a la oreja, pero no dijo nada. Al otro lado, una de las amigas de B no paraba de repetir un nombre

 

            -¿Barbara?- oyó Angelus-¿Bárbara estás ahí? ¿dónde te has metido?¿Barbara?

 

-Barbie- repitió Angelus- tu amiga te llama ¿quieres decirle algo? Anda díselo- dijo animando a la chica y acercándole el teléfono.

 

 Barbara respiraba con dificultad. La sangre seguía fluyendo de su cuerpo. Intentó decir algo, pero apenas pudo mover los labios dibujando la palabra “socorro” sin emitir ningún sonido que se acercase ligeramente a algún tipo de comunicación. La voz no salía de su garganta.

 

-¿Barbara? ¿eres tu?- seguía diciendo la voz al otro lado del teléfono- ¿te encuentras bien?

 

- ¿Quieres que se lo diga yo Barbie?- preguntó Ángelus, y quien le oyese creería que se ofrecía amablemente- Mejor aún... ¿qué te parece si la invitamos a cenar?

 

La chica intentó moverse, quizá gritar, pero estaba demasiado débil. Angelus sonrió y se dirigió el teléfono a los labios.

 

-Hola ¿eres amiga de Bárbara?- preguntó con voz preocupada

 

  La chica pareció dudar, sorprendida al escuchar la voz de un hombre.

 

-Si –dijo después de un silencio- ¿se encuentra bien?

 

-No, no está bien- su voz se movía atropellada, como si estuviese nervioso- ha sufrido un accidente.

 

-¿Cómo????- pregunto la chica nerviosa- ¿dónde está?

 

-En la pensión Marigny habitación 11, en la calle Dauphine ¿vienes sola?- sin duda sospechaban que las dos amigas venían juntas

 

-No, está conmigo una amiga- dijo la chica y se la oyó preguntar a la otra si conocía la calle – después contestó- estamos cerca, estaremos ahí en cinco minutos.

 

-Estupendo. No te preocupes por nada, esperaré aquí hasta que lleguéis.- y colgó. Después volvió a mirar a la chica

 

-¿Todavía no has muerto?- dijo - ¿acaso esperas vivir para siempre? – sonrió- Si fueras ella quizá te lo habría concedido. Desde Darla no he tenido una compañera estable. Si fueras Buffy, en unas horas te convertiría en la malvada vampira cazadora. Serie increíble y muy divertido. Pero tuviste que fastidiarla con esa maldita sangre humana que corre por tus venas. Está bien, sigue viviendo. Muy pronto verás algo divertido. Creo que te gustará. Se inclinó sobre la chica y la besó en los labios tiñéndoselos con su propia sangre. Entonces se limpió la restante con la sábana y volvió caminando hacia la silla apoyada en la pared. Cogió su camisa negra pulcramente planchada y se la puso con cuidado, abrochándose los botones.

 

Las invitadas no se hicieron esperar, subieron velozmente por la escalera haciendo retumbar el suelo de madera. Llamaron desesperadas a la puerta. Angelus abrió muy amablemente. Las chicas entraron corriendo sin ni siquiera reparar en el y se dirigieron hacia la cama al encuentro de su amiga, mientras Angelus echaba el cerrojo y se quedaba apoyado en la puerta observando la escena. Bárbara miraba a las chicas con los ojos llorosos, con la impotencia de saber que no podía avisarlas del peligro. Una de sus amigas se había arrodillado al lado de la cama y sostenía la mano de la herida mientras le cubría el cuerpo con la sabana  ensangrentada y preguntaba que era lo que había pasado. La otra fue por el otro lado de la cama y se encontró con los pies metidos en un reguero de sangre, el mismo que brotaba del cuello de su amiga. Se paró antes siquiera de tocarla y se giró hacia el vampiro.

 

-¿Qué ha pasado?- preguntó- ella... parece grave... ¿has llamado a una ambulancia?

 

-Por supuesto- dijo sin dejar de mirar a la chica de arriba abajo, calibrando lo fugaz que sería su resistencia- ¿por quien me tomas?

 

Ante la mirada sombría, la chica clavó sus profundos ojos verdes en los ojos del vampiro, buscando algo que se le pasase por alto. De repente un escalofrió agudo como el filo de un cuchillo le recorrió la espalda. El miedo se reflejó en su rostro, como el de la presa que se ve atrapada en la boca del lobo. Durante días había visto aquella mirada en sus sueños. Retrocedió hacia la cama y metió la mano en el bolso buscando algo. Angelus sonrió divertido ¿qué sacaría?¿un spray antivioladores quizá? ¿una pistola? ¿una navaja? A no ser que guardase una estaca y que supiese utilizarla, cosa bastante improbable, nada podía afectarle. La chica sacó un teléfono y Angelus no pudo evitar soltar una sonora carcajada, que hizo que la otra chica dejase de mirar a Barbara y dirigiese los ojos hacia el vampiro.

 

-Antes de que llegue la persona o personas a quien intentas llamar habrás muerto cariño- dijo con total parsimonia

 

La otra chica se levantó del suelo a tiempo de ver como el rostro del que creía un hombre se transformaba en vampiro y comenzó a chillar presa del pánico. De forma veloz Angelus se acercó a ella, la sujeto por el pelo y la estrelló contra la pared dejándola inconsciente en un momento. Mientras observaba como su cuerpo caía sobre el suelo, notó como la otra chica corría hacia la puerta intentando huir. La atrapo antes incluso de que consiguiese tirar del cerrojo. La sujetó por el cuello contra la puerta, obligándola a sostenerse en la punta de los pies.

 

-¿A donde crees que vas preciosa?- preguntó.

 

La chica contuvo la respiración y le dio una patada en la espinilla mientras le golpeaba el pecho con los puños. El la liberó más por diversión que por dolor. La chica recuperó la respiración. Miró a su amiga caída en el suelo y a la otra que la miraba desde la cama sin poder hacer nada. Retrocedió lentamente hasta una mesita en la esquina, seguida por la atenta y divertida mirada del vampiro. Agarró un candelabro de bronce que había sobre la mesa y amenazó al vampiro en la distancia.

 

-Uy que miedo- dijo el, y comenzó a acercarse

 

La chica lejos de arredarse se mantuvo firme, y cuando el llegó le golpeó con el candelabro. Fue un golpe duro que sorprendentemente le pilló desprevenido, porque en vez de golpear por el lado derecho, como el esperaba, lo hizo desde el izquierdo. El cuerpo del vampiro se doblo hacia delante, y antes de que pudiese recuperarse recibió una patada en el estómago. Entonces si reaccionó, estaba furioso, ninguna niñata podía permitirse el gusto de herirle. Le arrebató el candelabro y la golpeó con el en el rostro. La chica calló al suelo llevándose por delante la mesita de madera, pero elevó el rostro mirando con desafío a su atacante. El dibujo de la sangre empezaba a brotar como un rayo en su mejilla pálida. El vampiro la sujeto por un brazo y la apoyó de nuevo contra la puerta, pese la dura resistencia de la joven, que seguía peleando por su vida.

 

-¡Ya basta!- gritó golpeándola duramente contra la puerta- ¡me estás cansando!

 

El olor de la sangre de la chica llegaba a el. Era un olor conocido y dulce, y no pudo evitar la tentación de lamer la herida con la lengua, sin que ella pudiese hacer nada más que emitir un gruñido de repugnancia. El sabor le era conocido, o quizá parecido. Miró a la joven como si hubiese hecho un gran descubrimiento, como si fuese otra la persona que estaba frente a el.

 

-Tu – dijo mirándola fijamente y apretando más su cuello con la mano- eres una de ellas.

 

La joven apenas podía mover la cabeza, pero giró los ojos hacia el vampiro.

 

-Si- volvió a decir- una de esas que puede llegar a ser cazadoras, una potencial.  He oído decir que corren veloces a Sunnydale, probablemente buscando la muerte. Tu tienes suerte, encontraras la muerte sin ir tan lejos.

 

La joven abrió los ojos confundida, no sabía de que hablaba ¿o quizá si?. Durante días había tenido visiones en que aquella ciudad la reclamaba, pero también había visto la mirada del vampiro y se resistía a ir a Sunnydale pensando que allí se encontraría con el.

 

 Se oyeron pasos que subían por las escaleras, quizá el ruido de la pelea sobre el suelo de madera había molestado a los inquilinos del piso inferior o al encargado, o quizá a ambos, porque eran más de dos los pasos que se oían y fueron más de dos las voces que pedían al otro lado que se abriese la puerta, bajo amenaza de llamar a la policía. La chica no gritó. Para que, mirando a los ojos del vampiro supo que iba a morir, pero no le dio miedo, se sintió fortalecida por una fuerza superior que provenía de ella misma. El vampiro se bañó hipnotizado en aquella mirada llena de resolución. En lo más profundo de su ser Angel peleaba por salir. Su llamada era leve, pero Ángelus llegó a asustarse porque nunca antes le había sentido tan cerca. Tenía que acabar con aquello de forma rápida. Sin embargo no pudo evitar preguntarle a la chica cual era su nombre, quizá para anotarla en el recuerdo de sus víctimas y así alardear de ello.

 

-Carrie- dijo ella sin dudar

 

El vampiro no tenía mucho tiempo. Oyó como alguien anunciaba que bajaría por una copia de la llave. Desvió la vista de la mirada firme de la chica y hundió los colmillos en su cuello. Ella aguantó el dolor apretando los dientes, pero permaneció con los ojos abierto, fijos en un punto de la pared. Intentó recordar momentos bellos de su vida, mientras el dolor le atravesaba el cuerpo: los árboles, la casa familiar, la comida de la abuela, el primer amor, la reunión con los amigos.... El dolor empezó a disiparse y sus párpados se volvieron pesados. Sin embargo ahora parecía ver más que antes. Ante ella se abrió un mundo nuevo, una visión más allá del tiempo, hacia el futuro, una respuesta parcial a muchas preguntas que le hubiese gustado hacer. “Potencial” “cazadora” las palabras que había pronunciado el vampiro retumbaron en su cabeza como lo habían hecho durante meses en sus sueños. Como a vista de pájaro vio por primera vez Sunnydale, aquel pueblo que acudía todos los días a su cabeza reclamando su presencia. Sin saber porque sobrevoló sus calles a gran velocidad, hasta llegar a la boca misma del infierno. Vio muchas potenciales y notó la fuerza que acudía a ellas y las convertía en cazadoras. Las vio pelear y sonrió relajada. Las cazadoras habían destruido la boca del infierno. Cuando el vampiro concluyó su trabajo, ella ya estaba muy lejos de el y de aquella para siempre maldita habitación.

 

Angelus se sorprendió al observa a la chica muerta y sonriendo en sus brazos. La dejó caer al suelo como un muñeca rota. Los hombres habían vuelto con la llave y estaban abriendo la puerta. Desde el fondo de las escaleras se oía a alguien anunciar que había llegado la policía. Apenas tuvo tiempo de saltar por la ventana, llevándose con el la cortina ligera y blanca que quedó aleteando hacia fuera, como si fuera una señal. Mientras el se perdía entre la multitud enfervorecida por la fiesta, los hombres observaban horrorizados la masacre de la habitación de la pensión Marigny. El cuerpo muerto de la potencial yacía a escasos pasos de la puerta, con aquella extraña sonrisa en la cara. Sobre la cama, la chica que se parecía a la cazadora con los labios pintados con su propia sangre agonizaba, y aunque llamaron a una ambulancia, nada pudieron hacer por ella más que tomar su mano e infundirle palabras de aliento mientras la vida la abandonaba. Pero nada sorprendió mas a los encargados de la pensión y a los policías que entraron en aquella habitación, que la mirada desorbitada de la chica a la que habían encontrado inconsciente. Era  Virginia Durmont, oriunda de aquella ciudad. Estaba en el suelo encogida, con su cuerpo formando un ovillo y  temblaba como la gelatina. No dejó que nadie se le acercase. Tenía miedo de que en cualquier momento alguno de los rostros que le hablaban amablemente se trasfiguraran como aquel horrible monstruo que la había golpeado a ella y matado a sus amigas. Ni siquiera cuando llegó su padre a buscarla permitió que la tocase, y solo encontró un leve descanso cuando su nana de color la acogió entre sus brazos y le prometió protegerla de todos los males como hacía cuando era niña. Si Angelus lo hubiese sabido, se habría alegrado. Aquella chica llevaría su dolor en el alma en forma de locura hasta el último aliento que exhalase su cuerpo. Era joven, luego su agonía sería más larga. Había merecido la pena la historia de aquella obsesión.

 

FiN

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