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"¿Qué quieres hacer? (No sin Mr. Gordo.)" por Irati - Carreteras Secundarias: Fanfiction de Irati -
Livejournal Irati
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Derechos legales: Los personajes que te suenan son propiedad de Mutant Enemy, Warner Bros, UPN y vete a saber quién más. Son de Joss y punto. Con la publicación de esta historia no pretendo que nadie deje de ganar dinero o se vea perjudicado de ningún modo, forma o manera. Violaciones del copyright totalmente inintencionadas. Reproducción, copia, distribución sin permiso de la autora, estrictamente prohibido. Gracias.
Timeline: Post “The Gift”. Empieza con la muerte de Buffy y sigue en un universo paralelo donde la elegida nunca fue resucitada.
Sinopsis: “Huir de la estación en la que murió Buffy. Dejar de vivir bajo su asfixiante recuerdo”.
Categoría: Angst, Spike / Dawn bonding, Spike / Buffy implícito. NR18.
*****
I.
En Sunnydale el verano no tiene piedad. Largos, eternos días de un bochorno casi irrespirable. El calor penetra en las casas y la mezcla de humedad y aire del desierto hace que la vida transcurra lánguida y perezosa. Ya es septiembre y a veces Dawn se pregunta si no será la boca del infierno, latiendo bajo la corteza terrestre, lo que calienta de esa manera el ambiente.
Si hiciera viento, un solo día de descanso, la brisa podría aclarar las conciencias y llevarse el tenue olor a muerte que se ha instalado en todas partes desde que murió la cazadora.
Buffy es un nombre enterrado a seis pies bajo tierra que nadie pronuncia.
Su único testamento es Dawn. Con esos ojos enormes y ese pelo largo que crece tan despacio. De día, apenas sale de casa, no puede resistir el calor y se refugia en las sombras de su habitación, el único sitio donde puede respirar. De noche, camina por la casa, sin que sus suaves pasos adolescentes resuenen en la moqueta desgastada. Se mueve en susurros, insomne y silenciosa como la muerte. Es Dawn, herencia fantasmal de Buffy, sangre de su sangre. El último despojo de una familia muerta pasa las noches viendo el canal de Teletienda, mientras las ojeras van marcando su cara y ella pierde peso día a día, difuminándose en el silencio.
Dawn apenas es real.
Solo es carne de un hechizo, recuerdos implantados, memoria fingida. Todo lo que recuerda de sí misma, excepto los últimos meses, es mentira. Solo hay una verdad, en realidad. Que ella no es más que un estúpido estorbo inútil y que la verdadera familia de Buffy siempre fueron sus amigos.
Xander y Willow, sus verdaderos hermanos.
Ahora son ellos los que deben cuidarla, preocuparse de su colegio, de sus comidas, de su ropa, de su futuro, de los demonios que la persiguen. ¿Qué harán si vienen a buscarla? ¿Quién se ocupará de la boca del infierno? ¿Qué pasará cuando se acabe el dinero de Joyce? ¿Por qué tuvo que suicidarse Buffy para proteger a una ridícula cría que ni siquiera existe de verdad?
No hace falta que lo digan con esas palabras o con otras palabras, porque Dawn lo sabe aunque ellos fingen que todo va bien, que no desearían volver atrás en el tiempo y ver morir a la hermana pequeña, en lugar de perder a la mayor.
Xander la mima, Tara la escucha, Willow la comprende, Giles la observa y procuran hacerla sentir bien y decirle lo que necesita escuchar. Solo una niña, solo es una pobre niña que se ha quedado sola sin nadie en este mundo. Necesita consuelo y palabras de aliento porque
...si tú no hubieras aparecido de la nada, ella estaría viva y porque...
hay verdades que no se dicen.
Pero Dawn las escucha con nitidez en el silencio pesado que se forma alrededor de Buffy, el nombre impronunciable, la presencia flotante. Ella sabe mejor que nadie que su hermana era el centro de gravedad sobre el que giraba la vida en Sunnydale. ¿Qué son ellos, todos ellos, excepto astros sin rumbo girando a la deriva?
La adolescente tiene la sangre de Buffy pero al contrario que su hermana, ella no sirve para nada. Una estúpida llave que no abre ninguna puerta.
Todo hubiera sido tan simple de haber saltado de aquella torre. Todo sencillo y claro y cómo debía ser.
Pero le faltó valor.
El vampiro viene a verla cada noche, tan pronto como caen las últimas luces del día. Se cuela por la ventana de su habitación, apestando el aire con su perfume degradado, esa mezcla de alcohol y desesperación, tabaco y cuero gastado que a Dawn le hace sentir extrañamente a salvo.
- ¿No deberías estar durmiendo, calentita y a salvo en tu cama donde las criaturas de la noche no pueden morderte?
Dawn encoge los hombros y miente.
- No tengo sueño, Spike.
Pero tiene sueño. Tanto sueño que podría dormir durante décadas, acunada en un sopor sin violencia. El único problema es que entonces tendría que enfrentarse a las pesadillas que la acechan, a las imágenes de
Glory, la torre, la luz del sol apareciendo por última vez, miedo a morir, su sangre, sus cicatrices, la puerta está abierta, tiene que morir, no es real, no es humana, le toca morir, por favor, Buffy no, no,
no tiene ánimo para enfrentarse cada noche a esos sueños vaporosos y crueles, intangibles y asesinos, como el humo del cigarrillo de Spike.
II.
Mentiras. Spike es capaz de rastrearlas a millas de distancia. Las que la gente se dice a sí misma, y las que cuentan a los demás. Las huele todas, especialmente las mentiras infantiles, inocentes, insignificantes de Dawn.
- Te ajarás muy joven si no duermes tus ocho horas, ojitos. No todo el mundo tiene la ventaja de la juventud eterna.
A veces Spike sueña que Dawn está viendo el televisor y empieza a convertirse en humo. Que su frágil cuerpecito se blanquea y tiembla como una alucinación en el desierto y él se queda viendo “Pasiones” a solas. Incapaz de recordar por qué se siente tan triste y quién se sentaba a su lado hace tan solo un momento.
Le aterroriza esa idea. Perder el legado de Buffy. ¿Cómo podría perder su única oportunidad para ser
- tan plasta, Spike? Te he dicho que no quiero dormir y punto.
Y punto.
Sus plácidos ojos azules observan al vampiro y a varios metros de distancia le atraviesan lentamente. Dawn le mira gota a gota, la maldita cría, y Spike se da cuenta de que no puede negarle nada porque la sangre de la niña huele a la noche en la que murió su hermana.
- ¿Y si no quieres dormir qué narices quieres hacer?-, pregunta.
Quizá quiera ver una película o –Satanás les ayude- torturarse con algún capítulo grabado de “Dawson Crece”. Tal vez un poco de helado y un juego de cartas. La cría tiene mano para el póquer y no es una mala idea perder un par de horas jugando. Matar el rato porque ya no puede matar nada más y necesita estar ocupado mientras espera lo que no acaba de llegar.
Su castigo por no haber salvado a Buffy.
- Quiero ir a México.
¿Qué coño acaba de decir?
- Como los criminales de las películas.
Jodidamente idóneo, ¿no lo sería? Un buen par de criminales. El vampiro que no puede matar y una cría de quince años que cree que robar un libro es un pecado capital.
- ¿Para qué quieres ir a México, criatura?
Dawn encoge los hombros por millonésima vez y parece más joven aún de lo que es. No parece que vaya a contestar pero finalmente, lo que sea que quiere decir, acaba agujereando sus temores y formando una pregunta tan simple, que parece la respuesta a todas las preguntas que flotan en el aire desde hace semanas.
- ¿Por qué te quieres quedar aquí, Spike?
Estúpida pregunta.
A Spike le incomoda su escrutinio y no le gusta que Dawn le mire como si le conociera Que le traspase como una enfermedad, joder.
¿Qué porqué se quiere quedar allí? ¿Y por qué carajo no? Sunny D tiene el bar de Willy y la boca del infierno y una gran actividad nocturna y
...la tumba de Buffy...
y un buen clima.
- Aquí hace buen tiempo-, asegura. Y se siente como un enorme idiota que ni siquiera es capaz de no parecer idiota delante de una mocosa de quince años.
- Hace calor-, replica Dawn. – Siempre es verano.
Vuelve a encoger los hombros. Y durante un segundo, toda la casa de Buffy Summers es una tumba gigante donde solo se escucha el ruido de miles de grillos apareándose en el jardín.
Spike suspira hondo y huele la tristeza de Dawn. Un jodido veneno que le atraviesa de parte a parte y le da escalofríos. Puede oler todo su dolor en ese suspiro y las ganas que tiene Dawn de huir de esa enorme casa vacía, de esos amigos incómodos, de su hermana muerta, de ese verano que nunca termina.
Mierda.
- No voy a ir a México, Mediometro.
Pero iría. Iría si la mierda de cría quisiera ir. Lleva cien años complaciendo mujeres y haciéndolo mal. De juguetito de Dru a esclavo de Buffy, terminando por canguro adolescente. Quizá un día vaya a Los Ángeles para que Cabeza Yunque se ría de él y complete su total humillación.
- Yo solo...-, la niña parece luchar con las palabras y temblar ligeramente-, yo solo quiero ver el otoño, eso es todo.
Solo huir de la estación en la que murió Buffy. Dejar de vivir bajo su asfixiante recuerdo. Spike cree recordar que el otoño de Carolina era dorado y dulce, como néctar y ambrosía.
Dejan una nota en la nevera y una nube de polvo en el camino cuando el DeSoto arranca y gira en la noche.
“No os preocupéis”. Un post it pegado a la puerta con un imán escrito con la letra de Dawn. “Yo cuidaré de Spike”.
El vampiro frunce el ceño al ver la anotación.
¿Quién va a cuidar de quién?
Dawn le saca la lengua y sale por la puerta, burlándose de su supuesta maldad. Como si tuviera cuatro años en lugar de quince.
- Podría arrancarte los riñones y hacerte un collar con ellos, guapa-, murmura. Una letanía que se repite constantemente.
Podría matarla, torturarla, alimentarse de su sangre, despedazarla, abrirla en canal, desmembrarla, violarla, prenderle fuego, mutilarla, devorarla y dar después una fiesta utilizando su cuerpo para guardar las palomitas.
La sigue y sale de casa tras ella, procurando no mirar atrás.
William La Niñera, el terror de las canguros por horas.
Cuando el aire les da la bienvenida penetrando por las ventanillas bajadas del De Soto, les parece que la noche es un hogar como otro cualquiera.
Dawn se pregunta cuánto tiempo tardarán en olvidarle Xander y Anya, Willow y Tara, y el bueno de Giles. Y si los recuerdos implantados desaparecerán poco a poco o serán arrancados de sus memorias en un segundo. Ausentes tan pronto como presentes. Probablemente sería lo mejor para todos. Que nadie la recordará, que nadie pensará ojalá hubieras muerto tú.
Se lleva su diario y una foto y una última cosa del cuarto de Buffy. Y solo con salir de la puerta le parece que su corazón pesa un poquito menos.
Solo un poquito.
III.
El peluche enseña su cabecita por la cremallera entreabierta de la mochila de Dawn. Y cuando paran, a las cuatro de la madrugada, en el peaje de la autopista en Maryland, Spike se pregunta qué coño hace ese estúpido oso mirándole y por qué demonios todas las mujeres parecen sentir debilidad por los muñecos, empezando por Dru y acabando con la cría.
- ¿Te has traído un muñeco?
Por suerte el chip no le impide chinchar a Dawn. La vida no merecería la pena si lo hiciera.
- No es un muñeco-, se defiende.
Nada mejor para enfadarla que sugerir que es una cría. Sus puntos débiles son demasiado fáciles de tocar.
- ¿No es un muñeco? ¿Qué es? ¿Un trozo de toalla con ojos y cara?
Dawn suspira y asiente.
- Mister Gordo.
Imposible evitar una sonrisa. ¿Mister quién? La niña emite señales claras de no querer hablar del tema pero Spike, que puede oler las señales a distancia, no podría dejar de hablar ni aunque le fuera la no-vida en ello. Perceptivo y bocazas, hablaría aunque tuviera los pulmones llenos de gas venenoso.
- ¿No podías haberle buscado un nombre más estúpido, criatura? ¿Señor Peluche? ¿Don Gomaespuma? ¿Cuántos años dices que tienes?
- Se lo puso Buffy.
El silencio del coche les engulle de pronto como si se abriera la boca del infierno.
- Era suyo-, dice Dawn y traga saliva. – Decía que le hacía sentir en casa abrazarle por las noches.
Spike no dice nada más durante varias horas, le persigue la idea paradójica de que la cazadora, la asesina natural de su especie, sintiera la necesidad infantil de abrazar a un estúpido muñeco para ahuyentar a sus sombras interiores. Le tortura la idea de una Buffy estoica y vulnerable que solo era el cascarón de otra más vulnerable y perdida, otra Buffy misteriosa que él nunca podrá abrazar, ni consolar, ni cuidar.
Aprieta los dientes con fuerza y le iluminan las luces de la autopista que, más que nunca, le hacen parecer un muerto viviente esculpido en hielo y mármol. Impasible. Efulgente.
IV.
Buffy le visita cada noche en sueños y nunca puede tocarla.
Vestida de cuero negro, con pantalones ajustados y un corsé que se anuda por delante y deja los hombros al descubierto. Lleva una cruz de plata y el pelo enredado. Como si se lo hubiera cardado una peluquera enfadada y psicótica. Demasiado rimel y lápiz de ojos negro, le dan un aspecto de niña perdida. Alejada de su imagen de chica de California bien alimentada y mejor vestida, Buffy parece gravitar bajo el influjo de la luna. Desamparada y cruel como una niña con hambre de sexo.
Spike no sabe qué está haciendo en su habitación pero un molesto cosquilleo en la base de la nuca le dice que hay algo pendiente, algo que deberían estar haciendo y no puede esperar. ¿Matar un ejercito de vampiros? ¿Detener el apocalipsis? ¿Salvar el espíritu de la navidad? ¿Renovar el vestuario de Harris?
Buffy no parece preocupada.
¿Por qué no parece preocupada? El mundo depende de ellos y bla, bla, bla, hacer el bien, bla, bla, bla, lo que sea, etcétera, etcétera. Es todo muy confuso.
- Ummm... Buffy...
Intenta decírselo con esa voz tan grave que parece de ultratumba. Realmente lo intenta, pero le distrae ella, acercándose suavemente. Pregunta, “¿sí?” con su vocecita de niña pequeña y sus pasos sigilosos. Es increíble que pueda caminar en silencio con botas de cuero y diez centímetros de tacón. La habitación está llena de sus recuerdos, objetos de infancia, colcha rosa y fotos enmarcadas y joyeros de plata y peluches con bufanda que le miran y le hacen sentir simultáneamente incómodo y excitado. El Malo Maloso en el colegio de las monjitas.
- ¿Buffy, no deberías estar...?
¿... tocándole el pecho? No. Eso seguro que no.
Mete esas delicadas manos asesinas bajo su camisa, arañando suavemente con las uñas el estómago de Spike. Músculo a músculo, la cazadora le tantea como un mapa que indica exactamente el camino hacia el infierno y mucho más abajo. Debajo de su cremallera, debajo de sus pantalones, metiendo la mano hasta el fondo y acariciándole con esa mezcla de ingenuidad y violencia que es puro Buffy.
¿Qué coño...?
- ¿No deberíamos salvar el mundo...?- y la lengua de Buffy le lame desde el cuello hasta el interior de las orejas, dibujando con los labios tres o cuatro obscenidades que le calientan como una bomba nuclear y le dejan la garganta seca, sin nada que decir excepto lo primero que se le ocurre ... - ¿o ayudar a las niñas desamparadas o... hacer algo... bueno?
Los ojos cargados de rimel se llenan de un brillo que Spike no ha visto jamás en Buffy. Lleva el corsé tan apretado que sus pechos parecen a punto de estallar a solo dos centímetros de él. La habitación apesta a tierra sazonada y metal y el vampiro sabe que si consiguiera bajarle esos ajustados pantalones de cuero, deslizaría la lengua entre sus piernas y la encontraría suave y caliente y mojada...
...por él...
- Estoy cansada de ser buena, Spike.
Pronuncia su nombre letra a letra, como una niña buenecita en clase de dicción. Hace un sonoro “pop” en la “pe” y deja que la “ka” estalle entre sus labios antes de acercarlos a la boca del vampiro.
El beso le consume como una enfermedad mortal. Esa lengua que le ha insultado durante años acariciándole el paladar y deslizándose entre los dientes, mordisco a mordisco, haciéndole daño, igual que sus dedos, esos benditos traidores que indagan lo que hay por debajo de su erección y juegan a cargarle de placer, acariciándole la base del pene y el principio del recto y sobre todo, sí, así, sí, masajeando los testículos con demasiada suavidad, con demasiada ternura, justo, justo así porque la ternura es la tortura más sofisticada y él va a correrse allí mismo, sobre la mano delicada de Buffy porque no tiene voluntad cuando se trata del amor y porque están unidos por la boca, atados por la lengua a un beso que se va a correr ahora mismo, y sí, sí, sí, no pares, no quiere que Buffy pare de hablarle al oído mientras su mundo se vuelve blanco y lejano como una estrella que muere y estalla y se corre cuando oye las palabras de Buffy exigiéndole que follemos hasta que se ponga el sol si no quieres que te mate aquí mismo y
- ¡¡¡Spike, va a hacerse de noche!!!
Le despierta la voz de Dawn y su sueño se fractura como una bola de cristal atravesada por un chillido. Tenso como una vara se pregunta dónde ha ido a parar Buffy y por qué está tumbado en un hotel pestilente de Carolina esperando al anochecer con una preadolescente juvenil berreando a dos metros de distancia y una erección del tamaño de Florida.
Siempre tarda varios segundos en recordar que Buffy está muerta y cada vez duele tanto como las anteriores doscientas diecisiete. Lleva siete meses enterrada y cada noche, Spike no tiene más remedio que recibir el perverso castigo de Dios por no haberla salvado.
Lo peor es la niña. Tener que esperar a que desaloje el cuarto de baño para aliviarse, asqueado de sí mismo, llorando mientras escupe su deseo en su propia mano muerta y se da cuenta de que ella no va a volver. Nunca.
Dawn y él jamás pasan más de tres noches en el mismo motel y a ese ritmo se van a quedar sin ciudades que visitar muy pronto.
V.
El De Soto de Spike tiene sus reglas y Dawn se cuida bien de aprenderlas porque aunque un Spike irritado resulta divertido, tampoco es cuestión de enfadarle tanto que la acabe abandonando en la cuneta y tenga que volver a Sunnydale, donde seguro que todos la han olvidado hace meses.
Spike es lo único que tiene y las reglas están claras.
Sobre todo, lo que concierne a la música.
Nada de bandas de chicos. Nada de Westlife, ni de New Kids on The Block. (Dawn no sabe quiénes son esos, pero Spike es muy tajante). Nada de esas “jodidas niñatas amariconadas con voces de flauta averiada cantando sus insustanciales baladitas de mierda diseñadas para que gente que no se gusta se desespere tanto que acaben metiéndose mano en el asiento de atrás a falta de otra cosa mejor que hacer”.
Está claro: a Spike no le fascina Westlife. Eso por descontado.
Dawn no está segura de que “Savage Garden” sean unas niñatas amariconadas también, pero casi mejor no preguntar. A Spike tampoco le hace gracia ninguna emisora de las que Dawn encuentra tolerable y ninguno de los dos soporta el country, así que han tenido que llegar a un acuerdo intermedio.
Tienen una mochilla con cintas en el asiento de atrás y de momento, ésa es la única opción aceptable. Lo que está dentro ha pasado el proceso de selección y puede ser escuchado por ambas partes sin montar la tercera guerra nuclear y sin que nadie amenace con saltar en marcha o beber agua bendita. Misteriosamente, Spike ha descubierto que la niña tiene mejor gusto que su hermana mayor y es capaz de escuchar rock progresivo sin vomitar la comida. Frunce el ceño con Sid Vicious, claro, pero Spike no está dispuesto a transigir en eso y en Jim Morrison, así que Sid y The Doors se quedan. The Clash, Sex Pistols y La Velvet, de eso no hay ninguna duda. A cambio le ha concedido a Madonna y desgraciadamente a Bruce Springsteen.
- Pero si pones “Born in the USA” en este coche, vaciaré el depósito de la gasolina en tu estómago y te prenderé fuego.
- Como quieras.
Jodido Springsteen.
Conducen siempre de noche, otra de las reglas. Supervivencia estricta. Y Dawn hace como si no supiera que lo que hay dentro de la petaca de Spike es bourbon. Tienen un plan por si les detiene la policía. La niña tiene que fingir espasmos y sacar saliva por la boca a borbotones. Luego tendrán que huir a México porque Spike no tiene licencia, apesta a alcohol y conduce con una menor de la que no tiene tutela.
Dawn casi está deseando que les pare la poli porque la perspectiva le resulta divertida y sigue queriendo ir a México, como los criminales de las películas.
Al fin y al cabo, ha matado a Buffy. ¿No es ese un crimen abominable? La labor de Buffy era cuidar de la humanidad. ¿No es Dawn responsable de todas las personas a las que su hermana ya no va a poder salvar?
No hay crimen peor que el suyo.
Pasan mucho rato en silencio y Spike está pensando en que la niña debería, probablemente, ir al colegio o algo así. Pero hasta donde él recuerda, el colegio era una jodida pesadilla y no cree que haya mejorado con los años. Así que, - Nueva Regla-, le obliga a leer lo que cree que hace falta para ser un humano mínimamente tolerable. Shakespeare y Kerouac y Poe y Baudelaire y cosas así.
Cosas útiles y no esas estupideces que enseñan en los colegios.
- ¿Anne Rice te parece bien?-, pregunta Dawn. Solo para molestarle, seguramente.
- Un libro de esa tarada en mi coche y tendrás que perseguirme corriendo mientras tragas el humo de mi tubo de escape y yo me río en tu cara, microbio.
La niña es lista así que le cuenta cosas que no le estropeen el cerebro. Más de lo que harían por ella en el colegio, seguro.
Sabe que, lo que está haciendo con ella, llevarla por esa carretera nocturna sin fin, robando dinero en el camino y alojándose en moteles sin nombre mientras van agotando los estados de la unión, no está bien. Pero tampoco es muy bueno distinguiendo lo que está bien y lo que no lo está porque hay un montón de categorías intermedias a las que Buffy no solía dar importancia. Millones de malditas zonas grises que, al parecer, resulta muy difícil distinguir sin una estúpida alma de esas. Buffy no era la fan número uno de las zonas grises pero Spike no tiene a nadie que le señale el camino correcto así que sigue sus instintos y deja que Dawn encuentre lo que busca.
Sea lo que sea lo que busca.
La regla más importante es esa. Dawn decide.
- ¿Qué quieres hacer, guapa?
Quiero ver el otoño. Quiero ver el Atlántico. Quiero ver la playa. Quiero comer burritos. Quiero llamar por teléfono al azar y colgar. Volver a llamar de nuevo y colgar otra vez. Quiero helado. Y llamar al mismo tipo al día siguiente.
Mientras haya algo que quiera hacer, él pondrá la gasolina y robará de los bolsillos ajenos para conseguir el dinero. Si eso está mal, es un misterio que no le concierne desentrañar.
- Quiero que me cuentes cosas de cuando eras humano.
Spike no quiere pero la cría le mira desde el asiento del copiloto mientras dejan atrás Arizona y el cielo se tachona de estrellas que tiritan, asustadas por el rumbo de las cosas. Y realmente no, no, NO quiere pero acaba contándole cosas de cuando era humano.
Mintiendo como un cosaco, claro.
Pasando por encima toda la porquería humillante de su vida y detallando cosas de la apestosa Inglaterra victoriana de mierda. Un poquito de historia para que la niña aprenda algo.
- ¿No teníais televisión entonces?
- No.
- ¿Ni grupos de rock?
- No.
- ¿Ni perritos calientes?
- No.
- ¿Ni centros comerciales?
Spike entorna los ojos y aprieta las manos contra el volante. Intenta aguantar las ganas de dar un grito porque su interrogatorio le da ganas de ahogarla. Un par de suspiros y se siente más tranquilo.
- ¿Ni laca de uñas rosa, ni Toys-R-Us, ni autocines, ni películas de vídeo, ni helado de fresa y chocolate, ni esos champús que tienen el suavizante dos en uno, ni tampoco teníais mando a distancia...?
- ¡¡¡¡¡¡¡¡NO!!!!!!!!!
A la mierda la paciencia.
Dawn da un pellizco en el asiento y parece asustada durante una décima de segundo en la que las cosas vuelven a estar en su sito –monstruo terrorífico / niña desvalida- hasta que la niña se recompone con su eterna expresión de hastío y vuelve a fijarse en la carretera.
No aguanta ni dos segundos en silencio.
- ¿Si no había compresas, qué hacían las mujeres cuando... bueno, ya sabes?
Cuando vaya al infierno van a cerrarle la puerta en las narices por nenaza, eso es lo que van a hacer. Satanás se reirá de él y le dirá que no aceptan canguros lamentables que den consejos sobre higiene femenina a las niñatas de quince años. Y el mierda de Satanás hará bien en expulsarle de sus calderas y dejarle vagando eternamente entre el cielo y el infierno. Hará muy bien.
¿Acaso no es eso lo que está haciendo ahora, la versión posmoderna del holandés errante o lo que sea? Autopista arriba, rumbo hacia ninguna parte.
Hablando de compresas, joder. Menudo espectáculo lamentable.
VI.
Otoño en Carolina, dorado y dulce como naranjas maduras. Conducen en invierno por Nevada y el desierto alto penetra por las ventanillas como un hilillo mortal de viento frío. Primavera en Dallas, una semana en Seattle, cientos de kilómetros por Nebraska, noches enteras por la ruta 68 a Boston. Dawn no es muy específica en las cosas que quiere ver
una ciudad con muchas luces, el desierto, la universidad de Harvard, un lago, cataratas
y Spike se inventa el camino intentado no pasar por Nueva York, no pasar por Alabama, no pasar por Nueva Orleans, no pasar por los castillos de la memoria.
Hay sitios que Spike no quiere soportar. Sitios que apestan a melancolía y Drusilla. Noches de sangre y corazones palpitantes de amor. Las ruinas de su pasado esperan tras cada curva y prefiere trazar un nuevo camino.
A la niña no le cuenta nada. Mantiene en secreto sus debilidades igual que sus sueños.
VII.
Buffy le pide cosas y él no puede moverse, sigue sin poder tocarla, torturado en un sueño.
- Hazme daño, Spike.
Buffy se acerca de cuclillas, y solo le falta ronronear porque parece una gata sin amaestrar esperando el postre. Es una suerte que Spike no tenga pulso sanguíneo, de lo contrario el corazón le reventaría en el pecho viendo a Buffy casi desnuda y en su cama, cubierta únicamente por ese bendito corsé que se repite en sus sueños. Sexo al descubierto, una uve de terciopelo que le llama a gritos.
Buffy sonríe como si supiera un secreto realmente perverso y está despojada de esa máscara de niña buena y sin experimentar. Está es su Buffy. La Buffy de Spike. La amante de la oscuridad, su pequeña asesina sedienta de placer. Secreta y sugerente y llena de dobles intenciones.
- ¿Quieres hacerme sufrir, Spike?
Su sonrisa se amplía y hay un brillo maligno en los ojos cuando se humedece los labios.
- ¿No ves que estoy indefensa?
Se mueve demasiado despacio, y Spike la huele desde lejos. Perfume y sexo y sangre de cazadora, podría tener un orgasmo solo con ese olor. Buffy es la esencia de la noche y el día mezclados y servidos en un cuerpo menudo y dorado y exultante de vida. Cuando empieza a lamerle el interior de los muslos, Spike ronronea y se deja torturar con los ojos cerrados, pensando en todo lo que va a hacer con ella. Para empezar, abrir esas piernas y lamerle los labios despacio, rebuscando con la lengua en cada rincón, probando qué es lo que le hace gemir más fuerte, sacando de allí con la boca el recuerdo de otros hombres.
Boca, lengua, Buffy, ¡dios!, calor.
Siente que se abrasa y cuando abre los ojos, allí está ella. Malvadamente satisfecha de sí misma, labios alrededor de su erección. Más calientes que las entrañas de una erupción volcánica. Spike siente que baja y sube hasta su garganta y que toda la lengua, toda la boca de Buffy es un infierno de gelatina que le envuelve con su deliciosa, sí, joder, sí, así, dios, así succión.
La Buffy real está muerta, pero esta visión dañada y deteriorada y rota de melancolía es suya. La única moradora de todos sus sueños.
Dawn y él siempre piden dos habitaciones. Sale más caro pero nadie le oye gemir cuando la Buffy Irreal envuelve su orgasmo con los labios y le hace eruptar en gemidos, dejando tras de si un rastro de semen y carmín.
VIII.
Llaman la atención tanto o más que una cucaracha en un plato de nata montada.
Spike es un magnético centro de atención y las cabezas se giran cuando entra en un Seven Eleven, arrastrando el final de su chaqueta como si caminara en una tempestad. Estén donde estén, ese pelo casi blanco destaca entre todas las cabezas y no hay nadie que convoque tanta curiosidad como él cuando entran juntos en un bar y las voces se vuelven un susurro y la música se adapta a su presencia. Las camareras le sirven antes que al resto de los clientes y sueñan con esos pómulos salvajes y esos labios tan prometedoramente suaves, y suspiran con que, tal vez, esa voz de músico derrotado les diga cosas al oído en un callejón oscuro.
Exuda desesperación, una invitación impía a pasear por el lado salvaje a la que resulta difícil resistirse. Le divierte mirar el escote de las cajeras solo para hacerlas sonrojar y robarles el dinero de la caja. Y le gusta robar chucherías para que le pille la guardia de seguridad y poder seducirla luego, con lánguida pereza y con solo dos o tres palabras, conseguir que le deje salir con una sonrisa y un guiño. A Spike le gustan las mujeres. Todas las mujeres. Cómo huelen y cómo se visten y cómo tamborilean con las uñas sobre la mesa cuando esperan la comida.
Le gusta cómo se humedecen los labios cuando están nerviosas o cómo les pesan los párpados y se les entrecorta el aliento cuando acabas de besarlas usando toda la lengua.
Nunca ha pasado tanto tiempo sin acostarse con una mujer.
IX.
Dawn no encuentra asiento en su propio cuerpo. Ha pasado los dicieséis –su primer cumpleaños desde la muerte de Buffy- y todo le irrita o le da igual. Pasea con Spike. Generalmente detrás de él porque no es capaz de alcanzarle con esos pasos monstruosos y solo es levemente consciente de que la gente les mira. Cree que debería incomodarle pero sabe que quien mira a Spike, en el fondo, desearía estar con él, de una manera u otra, así que le hace sentir bien saber que es ella la que está con él.
Nadie sabe que es un vampiro pero todos notan algo. Igual que los locos siguen gritando más fuerte cuando Dawn pasa delante de ellos en el metro, o por la calle. No lo saben pero lo saben.
Realmente son una pareja extraña. Rubio y morena, Spike le saca medio metro de altura y está segura de que la gente se pregunta si es su hermano mayor o más bien un enfermo depravado con una cría pequeña.
Aunque ya no es tan pequeña y algunos chicos la miran y se dan cuenta.
Spike también se da cuenta. No es ningún idiota, pero tampoco tiene ganas de pararse a pensar en que Dawn empieza a oler como una mujer y no como una niña.
X.
En la tienda de discos. Un grupo de jovencitos algo mayores. Hay uno de ellos, un chico de pelo castaño y ojos verdes que parece más descarado que el resto. Sus ojos están clavados en Dawn, como si la estuviera retando a que se pusiera nerviosa. No deja que se le note, al fin y al cabo está acostumbrada a no dejarse asustar fácilmente, pero siente una pequeña bolita nerviosa en el fondo del estómago.
El chico tiene unos ojos muy bonitos y el hechizo dura casi cinco minutos, mientras los dos miran entre los discos y Dawn va notando como crece esa bolita y el chico va tomando fuerza para hablar con ella hasta que Spike aparece y con un
- Nos vamos, guapa.
espanta al chico de los ojos verdes, que se aleja de Dawn aterrorizado por la mirada asesina del vampiro.
- ¡Spike!-, protesta Dawn cuando salen al coche.
- ¿Qué?
- ¡Iba a hablar conmigo! ¿Por qué tienes que disfrutar espantando a todos los chicos que se me acercan?
- No era hablar lo que tenía en su sucia mente, guapa.
- Yo no espanto a las chicas que quieren enrollarse contigo.
- Porque no darías abasto. Y no quiero escuchar de tus labios la palabra enrollarse nunca más.
Es ofensivo. Que alguien sin conciencia le esté sermoneando sobre los chicos.
- ¿Sabes? Se nota que naciste hace cien años y no lo digo en el buen sentido.
Spike arranca con la esperanza de que el motor del coche ponga fin a la conversación. Pero la niña no lo deja pasar y saca algo del bolsillo de la chaqueta interior. Un compact disc sin caja que introduce en el coche antes de que el vampiro pueda protestar.
- ¿Has robado eso?
Triunfante, Dawn se niega a contestar. La verdad es que la mocosa tiene mano para los robos y Spike se sentiría orgulloso si no supiera que robar está mal porque... bueno, no recuerda exactamente porque está mal robar a una enorme multinacional forrada de millones pero sabe que a Buffy no le gustaría ¿no? Y punto.
Las primeras notas empiezan a sonar y es todavía peor de lo que imaginaba.
- ¿Qué te he dicho mil veces, Mediometro?
- No robar música disco.
- ¿Y bien?
- No dijiste nada de bandas sonoras y “Fama” es un clásico.
- Dawn...
- ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a matarme? Qué mieeeeeedoooo. ¿Vas a quedarte mirando hasta que me muera? O mejor, ¿vas a aburrirme con tu horrible música hasta que me suicide? Eres inofensivo, Spike, asúmelo.
Puta.
Tiene un plan secreto. Conducir hasta el océano mientras la pequeña Summers duerme y tirarse desde el Golden Gate antes de que se active el chip. Seguramente la acabaría rescatando pero sería una buena manera de darle su lección verla ahogarse durante cinco minutos.
Inofensivo sus huevos. Nadie va a escuchar a Irene Cara en SU coche.
XI.
Buffy y Dawn solían discutir. Por la ropa, por el desorden, por no cojas mis cosas, por eso es mío, no tuyo, no mío, ¡mío, mío, mío! y ¡¡¡¡a veces pareces hija única y te crees muy especial por ser la cazadora y no tendré superpoderes pero sé combinar la ropa con un poco de buen gusto!!!! Se peleaban por la atención de Joyce, por los deberes, por los chicos, por el canal de televisión que preferían ver, por las cosas que Dawn rompía sin querer, Buffy, lo prometo y por quién fregaba los platos.
Pero les gustaban los musicales y en eso no había discusión. Fueran buenos o malos en eso las chicas Summers habían sacado el mismo gen. Fred Astaire, Gene Kelly o John Travolta. ¿Qué más daba en realidad mientras supieran bailar y cantar sus sentimientos y dar piruetas al ritmo de la música? Joyce prefería verlos en blanco y negro y Dawn todavía piensa que no hay nada en el mundo como “Los Miserables” pero el preferido de Buffy era, sin duda ninguna, “Fama”.
Lloraba cada vez que Nicole cantaba “On My Own” y Dawn solía reírse de ella y tenía que soportar sus posteriores cabreos y pucheros. Pero cuando el padre de Danny Amatulo venía en taxi y ponía la música a todo volumen, los bailarines coreografiaban sus sueños en las calles de Nueva York y las hermanas bailaban juntas frente al televisor, ajenas a sus peleas durante una canción.
A veces, Buffy y ella utilizaban los cepillos del pelo como micrófonos pero Dawn se moriría antes que contarle eso a Spike.
Dawn recuerda los viejos tiempos con los cascos puestos y el compact a todo volumen, dando saltos en la habitación del motel mientras se hace de noche y ella baila y baila y salta y sueña que vuela y que la gente recuerda su nombre y que puede vivir para siempre. Baila “Fama” y le parece sentir que Buffy está a su lado. Despreocupada, como solía estar a veces.
Algunas, pocas, valiosas veces. Entre apocalipsis y apocalipsis, solo su hermana y ella y las canciones.
Quizá es por eso, por esa felicidad que emana durante cuatro minutos y medio, berreando en la habitación del motel, perdida en sus ensoñaciones, evocando un recuerdo perfecto, por lo que Spike cierra la puerta tan sigilosamente como la ha abierto y nunca vuelve a protestar cuando ella se empeña en poner la maldita música en el coche.
Spike odia “Fama” pero, qué narices, cuando Dawn baila Buffy debe estar contenta, en algún lugar.
La niña quiere bailar y él quiere que espantar su tristeza.
Hay que joderse que tenga que tragar con la mierda del disco.
XII.
No es solo “Fama”. Dawn también tiene otro recuerdo de Buffy que es más fuerte y más evocador que cualquier otra cosa. Su hermana solía acariciarle el pelo, muy, muy despacio y Dawn se sentía como si todo fuera a ir bien porque siempre habría alguien a su lado.
Su pelo todavía es largo pero ahora no le encuentra sentido. Nadie que lo acaricie.
XIII.
Cuando pierden el disco de “Fama” se monta una pequeña revolución en la carretera comarcal 638.
- ¡Lo has dejado a propósito, Spike!
- ¡No es verdad!
- ¡Odias el disco y lo dejaste en el motel a propósito!
- ¡No he hecho tal cosa, mocosa de mierda!
- ¡Vuelve allí y dámelo!
- ¡No voy a volver!
- ¡Por qué!
- ¡Porque nos hemos ido sin pagar la cuenta, retrasada!
Odia reconocerlo pero cuando Dawn hace pucheritos incluso a él le da pena haberse dejado el maldito CD.
XIV.
Comen helado de Ben y Jerry en una ciudad de Wisconsin cuyo nombre Spike es incapaz de recordar.
- ¿Qué quieres hacer, Ojitos?
Encoge los hombros: marca de la casa.
- ¿Qué quieres hacer tú?
Primera vez que se lo preguntan. Se le agolpan las respuestas.
Quiero lamer el estómago de Buffy con los labios y arrastrar la lengua trazando una línea recta desde el cuello hasta el clítoris y succionar y penetrarla despacio para poder saborear el momento mientras ella se contrae y deja salir un largo suspiro cuando se da cuenta de que estoy dentro de ella, por fin, clavado como una estaca, notando el latido de su corazón, parte de ella como ella es parte de mí.
Dawn tiene la cara llena de helado y Spike le limpia la nariz con una servilleta mientras piensa en una respuesta aceptable.
- ¿Yo?
Dawn asiente.
Quiero que Buffy esté viva para que me repita que no estoy a su altura. Quiero estar seis pies bajo el suelo con ella, luchando contra el tiempo para que no la consuma, para que no la pudra la tierra. Prenderle fuego al tiempo para salvarla de la muerte.
- Quiero ir a Los Ángeles y orinarme en casa de Ángelus. ¿Qué te parece?
Su cara ovalada se enciende con una risita juvenil.
- ¿Podemos ver las casas de los famosos después?
- La pregunta correcta es, ¿podemos lanzar huevos a todos esos mamones? La respuesta es “solo si están podridos”.
Todavía es una niña cuando se ríe. Franca y abierta con una sonora carcajada. Tan condenadamente llena de vida como su hermana. Es una buena señal. Primera vez en meses que escucha su risa.
¿Quién iba a predecir que todo se iría a la mierda en unas pocas horas?
hits.
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