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"¿Qué quieres hacer? (No sin Mr. Gordo.)" por Irati - Carreteras Secundarias: Fanfiction de Irati - Livejournal Irati
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Derechos legales: Los personajes que te suenan son propiedad de Mutant Enemy, Warner Bros, UPN y vete a saber quién más. Son de Joss y punto. Con la publicación de esta historia no pretendo que nadie deje de ganar dinero o se vea perjudicado de ningún modo, forma o manera. Violaciones del copyright totalmente inintencionadas. Reproducción, copia, distribución sin permiso de la autora, estrictamente prohibido. Gracias.
Timeline: Post “The Gift”. Empieza con la muerte de Buffy y sigue en un universo paralelo donde la elegida nunca fue resucitada.
Sinopsis: “Huir de la estación en la que murió Buffy. Dejar de vivir bajo su asfixiante recuerdo”.
Categoría: Angst, Spike / Dawn bonding, Spike / Buffy implícito. NR18.

*****

XV.

Es un bonito espectáculo mirado desde fuera. Luces de colores y la ambulancia pasando entre los coches de la autopista como un trapecista haciendo equilibrios en la red a metros del suelo. Zigzagea a 180 pero a Spike le parece que todo ocurre despacio, como si no hubieran pasado los años y él estuviera cargado de opio hasta las cejas, enredado con Drusilla en otra de sus maratones sexuales. El tiempo parece detenido y la realidad es una canción arrítmica a cámara lenta.
De nuevo, todo por culpa suya. La vida se escurre de Dawn a borbotones y la sangre mana de la herida tan escandalosamente que el demonio interior se revuelve dentro de Spike y amenaza con sobrepasarle.

Le repugna ser un monstruo y si la niña no llega al nuevo día, si tampoco consigue hacer eso bien, va a darse un buen baño de sol cuando amanezca. Freírse por fin y librar al mundo de su sórdida presencia.
¿A quién tiene que rezar un vampiro para pedir un jodido milagro?
Dawn está pálida y los médicos no dejan de preguntarle. Si es alérgica, y dónde están sus padres y quién es él y qué ha pasado y cómo...
No. Muertos. Su hermano. La han herido con una estaca de madera.
...y quién lo ha hecho..
he sido yo.
ha sido él ha sido él ha sido él ha sido él ha sido él ha sido él
Ángelus solía decir que solo Dios podía ser ejecutar sus sádicos delirios con más crueldad que él. Ahora Spike sabe que es cierto. Dios le ha castigado al fin.
No puede sino admirar su cruel majestad. Su glorioso castigo ejemplar. A él jamás se le hubiera ocurrido semejante tortura. Ver cómo Dawn se desangra hasta morir. Ese Dios es un maestro del sadismo.
No te mueras. Es todo lo que puede pensar.
No te mueras.

XVI.

Todo empieza con una de sus estúpidas discusiones y la culpa es de Spike por llevarla a un bar a partir de las diez de la noche. Pero es un pueblo remoto y no hay nada abierto excepto el estúpido antro. Spike lleva meses sin comer aritos de cebolla y Dawn ya tiene dieciséis años, ¿no? Hay países en los que ya podría beber, se dice. Y civilizaciones en las que sería madre de varios hijos. ¿Qué tiene de malo llevarla a un bar?
Dawn se adelanta en la respuesta en cuanto cruzan el umbral.
- Vampiros, Spike.
Tres, tal vez cuatro. Bailando en un rincón mal iluminado, bebiendo cerveza negra y esperando que caiga la madrugada para poder darse un festín. Spike nota cómo se tensa la piel cuando les mira y por un instante, añora el placer sin remordimientos del que están disfrutando sus congéneres. Ojalá esa despreocupación por un instante fuera suya.
Un segundo sin dolor por Buffy. Estaría dispuesto a cambiar su eternidad por eso. Revolcarse en el Mal y sentir el delirio del poder absoluto.
- ¿Son vampiros, verdad?
Dawn parece emocionada. A medio camino entre el miedo y la expectación.
- Vamos. Podemos cenar en otro sitio.
Es una orden pero la cría no se mueve.
- ¿Eso es todo?-, pregunta.
¿Qué coño...? Sí, claro que eso es todo. ¿Qué más podría hacer? No va a poner en peligro la vida de la niña cenando con esa cuadrilla sedienta de sangre. Spike sabe que el olor de Dawn es especialmente atrayente –restos de cazadora en su sangre apestando a millas de distancia- y aunque podría matar a cualquiera que intentara hacerle daño, tres contra uno no es una buena mano.
- ¿No vas a hacer nada?-, susurra Dawn, exigiéndole en esa mirada tan azul que haga algo, que acabe con los vampiros, que libre al mundo de su cruel existencia. Que sea Ángel o algo así.
Resulta complicado explicarle que su misión como demonio no es exactamente exterminar a los que son como él.
- No.
Se ahorra cualquier explicación y la saca de allí tirando de su brazo a pesar de las protestas ahogadas y los chillidos adolescentes. A pesar de la retahíla de Dawn sobre lo peligrosos que son, la gente a la que podrían matar.
- Son vampiros, guapa, es lo que hacen
...hacía... añoro hacer...
- Mientras no te usen a ti de aperitivo, por mí pueden merendarse a este pueblo mientras oyen a Sinatra de fondo.
Obcecada como todas las mujeres de su familia, la niña no lo deja pasar y se suelta de su brazo. Como si fuera su maldita obligación salvar a toda la maldita humanidad. ¿Por qué no lo puede dejar pasar? ¿Por qué esa noche no puede haber cuatro demonios disfrutando de un poco de sangre, de un poco de diversión, de un poco de su juerga nocturna mientras él se consume de nostalgia por algo que nunca tuvo? Spike pernocta a medio camino entre monstruo y hombre, a dos palmos del infierno y una milla de la redención, ¿por qué no puede alguien tener una buena noche?
- ¡Porque Buffy está muerta y alguien tiene que hacer su trabajo!-. Hay ira en la cara de Dawn. Y quizá desde su estúpido, humano e idiota punto de vista tenga razón.
Pero no será él quien acabe con los vampiros del mundo. No fue ése el juramento que hizo.
Necesito que la protejas. Recuerda las palabras de Buffy porque están tatuadas en sus entrañas a sangre y fuego. Necesito que la protejas. Hubiera hecho lo que fuera por ella. Necesito que la protejas. Vendido o comprado o regalado un alma por ella, si hubiera sido necesario.
Hasta el fin del mundo.
Arrastra a Dawn al motel a regañadientes y durante un par de horas, solo en su habitación, se convence de que la promesa que le hizo a Buffy no incluía ningún tipo de trabajo no remunerado matando demonios. No, señor. Incluía la seguridad de Dawn y eso es lo que está haciendo. Probablemente mal, pero tan bien como sabe. Tan bien como la niña quiere y pide.
Hasta el fin del mundo, incluso si el fin del mundo ocurre esta noche.
En algún momento de su vigilia, mientras mira el canal de culebrones sin prestar atención se da cuenta de que su condena es peor de lo que imaginaba y esa promesa más sangrante de lo que hubiera podido imaginar.
Incluso si el fin del mundo ocurre esta noche.
Dawn no solo merece vivir. También necesita un mundo en el que merezca la pena vivir. En el que no haya alguien, agazapado tras una esquina esperando alimentarse de ella, consumiendo todas sus esperanzas solo para la cena. Eso es lo que Buffy le estaba pidiendo. Por lo que murió.
Mierda, joder.
Se enfunda la cazadora y sale del motel en dirección al bar. Está tan enfadado consigo mismo y con la puta Buffy y toda la mierda de mujeres del mundo que ni siquiera se da cuenta de que Dawn ha salido antes que él.
Ambos llevan una estaca entre la ropa pero es Spike el que llega demasiado tarde. Cuando consigue dar con los vampiros en el callejón trasero del bar, la madera ya se ha abierto paso en el estómago de Dawn, atravesándola de parte a parte, como una tableta de suave mantequilla.

XVII.

El hospital es un delirio y la sala de urgencias apesta a sangre y cloroformo.
Spike sabe que Buffy le está mirando, siente su salvaje escrutinio como si ella aún estuviera viva. Si la caga esta vez la cazadora le hará polvo antes de que pueda decir una inconveniencia de las suyas. Si Dawn no vive la promesa que hizo se convertirá en una condena a muerte porque el cielo se abrirá para que Buffy pueda destrozarle en dos.
Esperar le está volviendo loco. La impotencia es una droga con la que no está acostumbrado a vivir y siente la llamada de su sangre para hacer algo.
Alguna. Maldita. Cosa, joder.
Quiere levantarse de su estúpida sillita de plástico. Amenazar a los médicos y destrozar el instrumental. Buscar al cirujano que está operando a Dawn y lanzarle contar la pared. Advertirle, EXPLICARLE, que si la niña no se salva, él dormirá esa noche con los gusanos.
El demonio interior de Spike berrea a gritos en su cerebro para que lo haga. Para que destroce y mate y siembre el caos en el hospital, haciendo de la sala de espera la antesala del infierno. Pero el demonio interior pierde esa noche y Spike se limita a estar sentado frente al quirófano, inmóvil. Al fin y al cabo, no es el demonio el que prometió cuidar a Dawn. No es el demonio el que se enamoró de su peor enemiga y lloró en su tumba.
Es el hombre el que está a punto de desfallecer. Delirando de dolor.
Restos disgregados de humanidad laten esa noche en el interior del corazón ennegrecido y enmudecido de Spike. Son solos colillas esparcidas en el viento, pero le duelen como si estuviera vivo. Nunca se ha dado cuenta hasta esa noche, estúpido poeta de mierda. Tampoco lo entiende bien, su repentina sensación de amor por Dawn. Siempre ha pensado que quería a Buffy lo bastante como para cuidar del Mediometro por toda la eternidad.
Y es de pronto, en el escenario higiénico del hospital cuando le ahoga el amor por la niña, un amor completamente diferente de la delirante pasión por Buffy. La quiere, se da cuenta. A esa estúpida cría de dieciséis años que nunca ha tenido miedo de él y que le mira como si fuera una especie de héroe. Más allá de las promesas, la quiere.
En su chaqueta todavía hay restos de polvo de vampiro. Si consiguiera llorar se transformarían en barro.
Dos minutos. Si solo hubiera llegado dos minutos antes Dios habría tenido que buscar otra manera de castigarle y Dawn tendría lo que se merece, lo que siempre se mereció y Buffy murió para que tuviera.
Un nuevo amanecer. Día tras día.

XVIII.

Tres vampiros, no son demasiados. Tampoco son muy listos o muy hábiles. Poca cosa para una cazadora y de ningún modo un problema del que Spike no pudiera librarse con facilidad. Pueden ser un problema para Dawn, una niña de dieciséis años que ha visto morir a muchos como ellos pero nunca ha matado a ninguno antes. Le dan miedo, es cierto, pero le da más miedo quedarse en la habitación del hotel y pensar qué estarán haciendo, a quién estarán matando, quién dejará de existir esa noche solo porque la estúpida Dawn no se tiró por la torre aquella noche y la cazadora murió. Ella fue cobarde una vez pero le prometió a su hermana que sería valiente y es lo que va a hacer. Lo que va a hacer movida por un impulso suicida que le lleva a volver al callejón del bar y esperar pacientemente a que los vampiros salgan. No muy nerviosa, demasiado tranquila, en realidad. Como si todo formara parte de una película que tuviera que interpretar y no hubiera demasiado en juego. Solo su vida. No es mucho, ¿verdad? No es mucho y cuando los vampiros salen y mata al primero antes de que los otros se den cuenta, piensa por un momento que no ha sido tan mala idea, que no es tan inútil después de todo y que la herencia de Buffy ha debido dejarle algún don porque todo está saliendo más o menos bien. Patadas y golpes y los vampiros están lo bastante borrachos como para dar un par de tumbos antes de que la estaca caiga y Dawn se vea envuelta en su propio grito y se pregunte de quién es la sangre si los vampiros no sangran y después de todo puede que sea suya.
Así que va a morir, piensa.
Le sorprende sentir algo más que indiferencia. Sentir pena. Una pena terrible que la va dejando fría y sin fuerzas. Pero no miedo. Porque Buffy tenía razón y vivir da mucho más miedo que morir y esta vez va a ser valiente.
Lo último que ve es la cara de Spike y esa expresión desencajada, demoníaca y de ojos amarillos que hacía años que no veía.
Pobre, Spike. Pronto podrá decirle a Buffy lo bueno que ha sido el vampiro con ella.

XIX.

- ¿Cuándo?
- Las próximas cuarenta y ocho horas son críticas. No sabremos nada hasta entonces.
El médico se dirige a Spike, todavía hay restos de sangre en sus manos y el vampiro puede oler que es de Dawn. Es un cirujano joven y con profundas ojeras que le mira como si su sola presencia en el hospital fuera un sacrilegio. Igual que el resto. Pasan las horas y los enfermeros se acercan a él. Los asistentes, los guardas de seguridad, los vedeles, los gerentes. Todos intentan hacerle comprender –al principio son amables y luego cada vez menos-, que la UCI es muy estricta en cuanto a las visitas y que realmente no puede quedarse allí.
Algo en la expresión pétrea que les devuelve Spike les hace desistir a todos. Echarse atrás y no llamar a la policía para que le desalojen.
Algo asesino. Una firmeza mortal que dice mataré a alguien si me separáis de ella.
Que dice te mataré a ti.
Algo apesta a violencia reprimida en Spike y nadie se atreve a separarle de la niña.
Son las 48 horas más largas en la historia del hospital.
¿Y si la niña acaba muriendo? Spike es un animal enjaulado que no atiende a razones. Aunque las razones sean argumentos de peso.
No puede quedarse en la UCI, no puede pasar tantas horas aquí, no puede amenazar a los guardias, no puede fumar...
- No puede traer muñecos a su habitación, señor. Podrían ser un foco de infecciones y en su estado...
Como todos, la enfermera también tiene las mejores intenciones pero se le hiela la sangre y le invade un terror irracional cuando Spike se acerca y habla justo encima de su cara.
- No es un muñeco-, le dice y la enfermera no puede dejar de notar que el hombre de mejillas de escarcha no tiene aliento. – Es Mister Gordo.
Todos en el hospital temen que la niña muera y el siniestro hermano mayor incendie el hospital, matando uno a uno a todo el personal. La enfermera, desde luego, no se atreve a dirigirle la palabra de nuevo y el peluche se queda en la habitación.
Inmóvil, igual que la niña.
Spike espera que sea su monstruo protector y que la ampare cuando él no puede.

XX.

48 horas dan para pensar mucho y Spike tiene su calendario perfectamente trazado.
Si Dawn muere va a llevarse el cuerpo a Sunnydale y cavar con sus propias manos en la tumba de Buffy para enterrarlas juntas. No va a tener fuerzas para ver a Harris o al bibliotecario pero quizá le deje una nota a Willow, explicándole que la familia Summers es un recuerdo del pasado y ha sido borrada de la faz de la tierra.
Willow,
Demasiado inútil para protegerla, solo pude enterrarla.
Spike.
Después, buscar a Dru. Rastrear su pista hasta el mismísimo infierno si es necesario y matarla cuando dé con ella. Algo doloroso antes de clavarle una estaca. Que pague por haberle abandonado. Por haberle hecho creer que le quería durante cien años y haberle dejado después para que él cayera en el embrujo de amor de otra.
Que el mundo será mejor sin Dru es un hecho irrebatible.
Finalmente, Los Ángeles. Su última parada.
No va a ser demasiado melodramático. Podría y la verdad es que sería más de su estilo pero no tiene ganas de ningún alarde. Va a hacerlo al modo de Ángelus, después de todo. Directo a la yugular. Sencillamente, va presentarse en ese jodido hotel de maricones y acabar con él en un solo movimiento, antes de que reaccione.
Sin ni siquiera un beso de despedida o un insulto final. Solo un adiós, Ángel y ya está. Adiós, al único hombre al que quiso jamás Buffy Summers y desde luego, al único que fue lo bastante estúpido como para dejarla por un absurdo complejo de mártir.
Si Ángelus no la hubiera dejado, todo habría sido distinto. Borrar de la tierra su memoria y podrá darse por fin ese baño al sol que tanto ha retrasado. Con Ángel, el único recuerdo de la familia Summers permanecerá en la faz de la tierra y él podrá extinguirse con ellas, a salvo de la memoria y del tiempo.
- Su hermana va a recuperarse.
No puede evitar coger al médico por las solapas y levantarle en el aire varios centímetros. El cirujano es pavor en estado puro y Spike siente un intenso dolor en el cerebro, una descarga eléctrica que en otras condiciones le hubiera puesto de rodillas y suplicando, pero que, de pronto, apenas parece sentir. El chip se activa pero el dolor le llega desde muy lejos.
- ¿Qué ha dicho?
Ha pensado tan bien en todo lo que hacer cuando Dawn muera que es incapaz de asimilar la noticia. El médico parece desencajado y le cuesta trabajo hablar a esa altura del suelo.
- Su hermana está mejor, mucho mejor, en realidad. Va a recuperarse.
Spike le deja caer sin demasiada delicadeza y curiosamente, lo primero que asimila es que ya no tiene excusas para matar a Ángel y que, ¿quién hubiera dicho que eso sería una buena noticia? Le flaquean las rodillas pero consigue mantenerse en pie hasta que llega al cuarto de baño y vomita sangre de cerdo robada de los depósitos del hospital.
Está tan desorientado que por un instante tiene el estúpido impulso de llamar a Los Ángeles y hablar con Cabeza de Corcho. Quizá porque es el único ser que lleva en el planeta tanto tiempo como él. Quizá porque en el fondo, siempre será su puto discípulo de porquería. Quizá porque no conoce a nadie más que pueda entender cómo duele querer a Buffy. Nadie que comprenda lo degradante que puede llegar a ser la existencia de un vampiro loco de amor.
Su relación con Don Almado es tan patética que quizá tenga que acabar matándole de todos modos.

XXI.

Pasan horas hasta que la niña despierta de la operación y la suben a una habitación en planta donde por fin puede recibir visitas.
- Eres el humano más estúpido que he conocido nunca y te lo dice a alguien que ha conocido a varios presidentes, criatura. Incluyendo un Reagan y dos Bush.
- No te hagas el guay. Tú también volviste a por ellos, ¿no?
- Yo soy un vampiro, ¿cuál es tu excusa?
Dawn se cansa al hablar y huele diferente, el olor de su sangre de cazadora mezclada con la sangre anónima de los donantes que le han permitido vivir. No tiene buen aspecto con las ojeras y la delgadez extrema de su cara, que ha afilado sus rasgos haciéndolos menos infantiles y más extremos.
- Yo creo que eres más estúpido que yo, Spike. ¿Cómo explicas que te guste Pasiones?
El vampiro tiene peor aspecto que ella, si es que eso puede servirle de consuelo a alguien. Parece consumido y tan pálido como si le hubieran arrancado el color de la expresión. Apenas se distingue dónde empieza la cara y termina el pelo.
- No, creéme, criatura. Tú eres mucho más tonta. Y Ángel. Ángel es mucho más estúpido incluso que tú. Ángel es más estúpido que nadie, eso debería consolarte.
Tratando de ser divertido, reírse de lo que ha pasado, fingir que no es para tanto que la niña haya estado al borde de la muerte por él. Spike tiene el impulso irracional de querer apartarle mechones de pelo de la cara o darle la mano o algo así, pero lo único que se limita a hacer es darle una especie de palmadita extraña en el hombro antes de inventarse una excusa barata y salir de la habitación para dejarla descansar.
Mister Gordo es el único que escucha a Dawn cuando Spike se marcha.
- Gracias, estúpido.
Ambos deciden que es necesaria una nueva regla. Spike se encarga de los vampiros. Dawn procura seguir viva.
Coinciden en que es un trato bastante justo.

XXII.

Esta vez el sueño es distinto y Spike puede tocarla. Relamerse en ella.
Buffy es suave piel de melocotón. Toda la fuerza de la vida emana de ella en forma de delicados músculos de mujer. Es un paquete menudo, una cualidad femenina perfuma sus movimientos y Spike la besa en la suave carne del interior de los brazos. Mordiscos seguidos de besos, lame palmo a palmo cada centímetro que separa el codo de los hombros, sintiendo cómo se eriza el vello y se estira Buffy como una gata en celo, ronroneando de placer. No hay un rincón de su cuerpo que no merezca ser reverenciado y bautizado con saliva. Detrás de las orejas, lametones profundos. En la base de la nuca y alrededor del cuello, chupar hasta que empiece a emanar calor y la habitación se llene de vapor. Un mordisco fuerte en la yugular y cuando ella protesta, acallarla hundiendo la lengua entre sus labios.
Spike sabe que hay un millón de besos distintos y que si quiere que Buffy le desee como él a ella, va a tener que utilizar la punta de la lengua y acariciarle el paladar por dentro, combinar movimientos demasiado profundos con otros demasiado suaves, tantearla y hacerla desear algo para negárselo después. Su boca es más pequeña que ninguna fruta y pelear con su lengua es un pasatiempo mortal. Le muerde labio a labio y luego se pasea con la boca hasta sus orejas donde puede mezclar la lengua y las palabras.
...quiero hacerte todo lo que no te atreves a pedir...
Sus cuerpos se aprietan hasta que no queda aire ni miedo entre ellos y por fin puede tocarla. Sentir el balanceo de sus pechos sobre su carne fría, salvaje contraste de temperaturas que le hace temblar.
Todo para ella, echada sobre la cama, expuesta como un buffet de cinco estrellas, le mira desencajada por el deseo, sudando calor. Y eso es lo único que Spike ha querido nunca. Tener una eternidad por delante y nada de ropa. Ser libre para lamerle el estómago, para besarla detrás de las rodillas, para acariciarle el culo y ver si puede apretar hasta que ella emita un gemido. Libre para ponerla boca abajo y lamer espalda y nalgas, muslos y dedos de los pies. Complacerse mutuamente por toda la eternidad.
No es más que un sueño pero parece real cuando ella le mira y dice “Spike” como si esa palabra realmente significara algo, fuera más que miedo y vacío eterno. No parece una fantasía porque Spike desliza todos los dedos, uno a uno, en el interior húmedo de Buffy y nota la tensión de cada contracción. Nota cómo suspira si mete un solo dedo y cómo ronronea si mete dos y luego tres, una tortura lenta buscando el sitio que le guste más.
Tiene que ser verdad porque las mentiras no saben a nada y Buffy sabe a miel entre las piernas, sabe a sexo nocturno y mediodías al sol.
...mejor que la sangre sabes...
Dos dedos dentro de ella, ejecutando un baile sinuoso y la combinación del pulgar y la boca en el clítoris, dibujando palabras de amor y pronto Buffy es una masa suplicante, una plegaría agónica dirigida a Spike, no pares, por favor, no quiero que pares y sí, así, estoy a punto de ¡dios, Spike!, sí, quiero que me beses donde no ha llegado nadie.
Lo intenta. Ignorando el estruendo de sus propias necesidades, lo intenta y pasa horas o días o semanas besando el misterio de Buffy, sus labios interiores y la intersección de todos sus nervios, los músculos de cazadora que laten en la puerta del sexo. Los tienta con la lengua y Buffy le recompensa con un escalofrío que le recorre todo el cuerpo.
Y luego se queda inmóvil y en silencio, petrificada en el placer como un muerto, detenida la vida un instante hasta que todos sus músculos se contraen al mismo tiempo y Spike recibe una oleada de calor en la boca. Nada tan intenso como el terremoto del sexo en el cuerpo sobrenatural de una cazadora. Su orgasmo parece no terminar nunca y se agita una y otra vez, como las murallas de Jericó cayendo bajo el asalto de la boca de Spike, atrapando sus dedos y su lengua en un abrazo brutal.
Tiene suerte de ser un vampiro porque su Buffy es demasiada belleza para un hombre normal. Si estuviera vivo el corazón le destrozaría el pecho y no podría hacer –por fin- el amor con ella. No soportaría el momento de penetrarla por fin, hacerlo por primera vez con una mujer viva, con la más viva de las mujeres. Mirarla a los ojos, brillantes ojos verdes y sentir su aprobación, su felicidad por estar con él. En este sueño Buffy le mira y le ve y no se le ocurre un afrodisíaco mayor.
Embiste en ella durante horas, en tantas posturas como son capaces de imaginar y de inventar y cada vez que se desliza en Buffy le parece estar renaciendo, asfixiado de un tormento más dulce que la vida y la muerte.
Es la primera vez que le está permitido tocarla en sueños. Dormir con ella y despertarse solo en su coche, con el corazón atemperado y una extraña paz en el estómago.

XXIII.

Guarecido en las sombras, Spike entra en la habitación a hurtadillas, grácil como un animal felino.
- Nos vamos, guapa.
Son las palabras que Dawn ha estado esperando las últimas dos semanas. El hospital le recuerda intensamente a Joyce y quiere desprenderse del olor a desinfectante tan pronto como sea posible. Incluso el perenne olor a tabaco que desprende el vampiro le parece agradable, humano, real. Todavía se siente débil pero quitarse el suero y ponerse unos pantalones en lugar de esa estúpida bata es demasiado maravilloso como para definirlo con palabras.
Spike sabe que está lo bastante bien para montar en el De Soto y salir de allí porque sus entrañas ya no huelen a sangre. Además, el personal del hospital está empezando a ser molesto y no quiere tener que estar presente cuando descubran que toda la documentación que ha rellenado es falsa.
- ¿Qué quieres hacer, Mediometro?
Los pantalones le quedan demasiado anchos y no tiene un exceso de energía precisamente. Y de pronto, echa de menos a Tara y a Willow con una intensidad desconocida aunque no lo dice.
Hay algo en el aire que huele a cambios.
- Quiero cortarme el pelo.
- ¿Por qué?-, pregunta Spike, casi censurando lo que piensa hacer. Le gusta su pequeña morenita, no hay nada malo en su pelo. – Un peinado es importante.
- Tú también deberías cambiártelo.
- Por encima de mi cadáver.
- Los vampiros no dejan cadáver y ya no está de moda el rubio a lo Marilyn.
- La moda cambia, bonita-, asevera, lanzando su cigarrillo por la ventanilla-. Yo permanezco.

XXIV.

La estancia en el hospital la ha hecho cambiar. Parece más alta y un poco mayor. Aún así el vampiro no está convencido de que sea una buena idea eso de las tijeras y cortar por lo sano. Especialmente si tiene que hacerlo él.
- ¿Por qué yo?
- Porque son las cuatro de la madrugada y estamos en el área de descanso de una autopista y Mister Gordo no tiene dedos, así que eres la única opción. Corta.
Le pregunta cuatrocientas veces si está segura y la verdad, cuando acaba y ella se echa a llorar está deseando decir “te lo dije”. Pero se aguanta y dice
- Te queda muy bien
en lugar de “debiste ir a un jodido peluquero”. Añade todas las palabras de consuelo y quince minutos después, cuando la niña sigue con la cara enterrada entre las manos, todavía llorando, empieza a asustarse y a pensar que es demasiado, porque, POR DIOS, solo se trata de
- pelo, guapa, ya te crecerá si es eso lo que quieres.
Con todo lo perceptivo que es tarda un buen rato en darse cuenta de que la llorera no tiene nada que ver con los enormes mechones castaños que llenan el asfalto frío de la madrugada. Sino con la hermana muerta que yace en Sunnydale, silenciosa como esos mechones que ya nunca podrá volver a acariciar.
Diez meses sin Buffy y mucha gasolina quemada. Dawn tiene el pelo corto y quizá, solo quizá, ya sea hora de que la niña le diga adiós al pasado que nunca resucitará de su tumba.
- Ssshhhh, está bien. Todo irá bien.
Incómodo en su propio cuerpo, Spike se acerca a la niña y le da una palmadita en la espalda a falta de otra cosa mejor que hacer. Es el primer sorprendido cuando Dawn se agarra a su cintura con ambos brazos y llora sobre su pecho, anclada a él como si su frágil vida dependiera de ese gesto desesperado.
Primera vez que alguien le abraza en décadas. A Spike se le revuelve el estómago con una sensación angustiosa.
Puta cría. Puto amor emanando de ella.
¿Cómo se le ha ocurrido quererle a él? Esos monjes debieron hacerla defectuosa o algo así.

XXV.

- Estoy horrible.
- No es verdad.
- Estás mintiendo.
- No estoy mintiendo.
- Eres un vampiro y estás mintiendo porque estoy horrible.
Dawn está convencida de que es el ser más lamentable sobre la faz de la tierra. Nunca ha llevado el pelo tan corto y se siente desnuda.
- Necesitas desayunar y te sentirás mejor.
- ¿Desayunar a las cinco de la mañana?
- ¿Prefieres cenar?
Encuentran un drugstore en el que sirven tortitas. Dawn no sabe si es el desayuno o la cena pero tienen buen aspecto y el local está lo bastante desierto como para no querer huir a comprarse un sombrero. Es más. Consigue olvidarse del horror de su cabeza a pesar del largo mechón de pelo que le cae obstinadamente a un lado de la cara hasta que la mujer de traje blanco y la suave melena rubia entra y pregunta por unas direcciones al dueño del bar.
Apenas pasa un minuto en el establecimiento pero comparada con ella Dawn se siente como una perdedora masculinizada. Prácticamente se siente invisible cuando Spike y la mujer se cruzan las miradas y ella, con su camisa de seda escotada y su enorme collar de perlas negras, transforma su mirada en una especie de invitación sugerente. Si Dawn intentara hacer eso con los ojos no dejarían de darle vueltas y se acabaría mareando. Sus pestañas miden un kilómetro de largo, mínimo. Y Spike tiene esa expresión de seducción casi violenta que ni siquiera es consciente de poner la mitad del tiempo.
Vale que Buffy tuviera los superpoderes, pero, ¿tenía que quedarse también con lo de ser guapa y rubia?
- ¿No te comes las tortitas?
- No tengo mucha hambre.
La mujer sale y el aire empieza a oler al amanecer. Hace tiempo que Dawn no pasa un día entero al sol. Jugando al softball en el porche de casa con Xander, disfrutando del verano sin hacer nada excepto tirarse en la toalla y escuchar el ruido de los niños gritando al fondo de la piscina con el sol calentando suavemente la espalda.
Algo sigue cambiando, invariable, como el tiempo. Lo único que no cmabia son los muertos. Como Buffy y Spike.
- Te he traído una cosa-, dice el vampiro, sacando a Dawn de su ensimismamiento.
Cuando ve el disco robado saliendo de la chaqueta de Spike su cara se ilumina y le parece escuchar las primeras melodías de “Fama” en su cabeza. No se le ocurre un regalo mejor, molestarse en traerle algo que odia. Solo porque haría cualquier cosa por ella, lo que fuera para agradar a Buffy y ser un hombre digno de su recuerdo.
- No te hagas ilusiones, sigo pensando que la mayoría de las canciones son apestosamente horribles.
- ¿La mayoría?
- Hay alguna que no está mal.
- ¿Alguna?
Fuera de la ventanilla de la cafetería, la mujer rubia y guapa monta en su precioso coche negro y sale huyendo de allí. Camino hacia su vida, conduciendo de día, abrazada por el sol.
Dawn echa de menos también el sol pero tampoco lo dice. Ni que añora a Xander un poco. Incluso a Giles, a veces. Y puede que hasta a Anya. Se lo calla todo y mira al plato de tortitas evitando el escrutinio de Spike. Esperando que, sencillamente, el vampiro sepa lo que hay que hacer para que todo vaya mejor.
- Estás muy guapa, Mediometro.
Y es mentira pero Dawn lo agradece.
- ¿Sabes lo que quiero hacer?
- No.
No, Dawn no lo sabe. Spike nunca lo dice y no es complicado adivinar por qué.
Quiere a Buffy viva y eso no puede tenerlo. Por eso es ella la que decide qué hacer y dónde ir y si cenan burritos o pizza. A Spike le da todo más o menos igual.
Por eso se sorprende con sus palabras.
- Quiero que bailes conmigo, Dawn.
Nunca le llama por su nombre.
Levanta la vista del plato y Spike parece calmado, como si hubiera leído en su mente lo que Dawn necesita y le pareciera bien. También parece triste y Dawn querría hacer cualquier cosa para consolarle. Ojalá hubiera algo, ojalá, aunque eso significara haber saltado ella de la torre y estar muerta en lugar de Buffy.
Pero eso no tiene vuelta atrás y en realidad, Dawn se imagina que la elección la tomó la propia Buffy y que nunca estuvo en sus manos. Sospecha que realmente no fue su culpa, tal vez. La muerte fue su regalo. Así estaba escrito y sí debía ser.
- ¿Bailar aquí?
No quiere. No quiere ni de lejos porque Spike es mayor –mucho mayor-, y porque es una cafetería sin música donde nadie baila y porque el camarero pone una cara extraña cuando el vampiro le da el compact y le indica que canción debe poner y porque no está segura de saber bailar y sobre todo, porque nunca ha bailado con un chico y le da una vergüenza horrible.
Pero a Spike lo de la vergüenza le parece un concepto tan inusual que no lo entendería aunque Dawn le hiciera un esquema con gráficos. Así que, qué remedio, habrá que bailar, aunque en brazos de Spike, Dawn se sienta tan incómoda como un ogro en una tienda de lámparas de cristal.
- No es el pelo, Dawn.
Profunda voz de alcohol y tabaco resonando en su oído. Spike le habla directamente al corazón y toda la cafetería, aunque esté vacía, parece que les mira y contiene el aliento mientras giran suavemente al son de la música.
La letra habla de un chico que añora a su amor y parece triste.
- Rubio o moreno o corto o largo, no hay ninguna jodida diferencia.
Dawn nunca ha oído a Spike hablar así, suave y despacio como si no tuviera prisa, despojado de su habitual impaciencia. Le sorprende esa calma en su voz cuando le dice que ella es más bonita que la mujer del traje, y que nunca podrá dejar de serlo, aunque lo intente. Cuando le asegura que ha vivido muchos años, visto muchas mujeres sin encontrar jamás a alguien como ella.
- Con la clase de belleza que hace falta para bailar con un monstruo.
Cuando dice “bailar” quiere decir “querer” y cuando gira con ella, serpenteando al ritmo de la música, quiere despedirse, hacerla flotar, decir “te quiero, pedacitos”. Bailar con ella como nunca podrá bailar con Buffy.
Es una canción triste pero hay algo sencillo y lleno de esperanza en la letra. Un chico le dice a su amor que se acuerda de ella. Nada más y nada menos.
Ese chico podría ser Spike. Y su chica podría ser Buffy si todo fuera distinto.
Si la noche se abriera paso lentamente y hubiera sitio en el mundo para que bailaran una cazadora y un vampiro, en una pista de baile llena de luces, donde no hubiera lugar para la muerte ni todo lo que separa a los amantes.
Cuando la canción termina ellos siguen bailando un rato hasta que el carraspeo del camarero les hace parar.
El vampiro la mira a los ojos. Con esa calma de quien conoce las respuestas importantes.
- ¿Qué quieres hacer?
La niña ya no es una niña, pero sigue habiendo algo en sus ojos que siempre será anciano, que siempre será eterno y verdadero y finito y que siempre pertenecerá a un vampiro.
Por fin consigue decirlo.
- Quiero irme a casa, Spike.
¿Y por qué no? Debe ser verano en Sunnydale y hay que llevar flores frescas a la tumba de una cazadora muerta.
- A casa-, repite Spike, una sonrisa malvada asomando su expresión tallada en hielo-, pero no sin Mister Gordo.
Dawn también sonríe y el De Soto deja una marca imborrable en la carretera, una gran ese en el asfalto, como si firmara un poeta desquiciado.

XXVI.

Cinco minutos después de cruzarse con el cartel de “Bienvenido a Sunnydale”, la casa Summers asoma al otro lado de la acera y Dawn corre escaleras arriba mientras el coche arranca y sobran las despedidas. La mochila del Mediometro choca contra su espalda y el pelo mal cortado baila y lleva los pantalones demasiado holgados. Y todavía necesita un sitio al que poder llamar casa.
Spike no se queda para el recibimiento. No quiere ver la censura en la cara de las brujas, ni lidiar con el inevitable puñetazo del marica de Harris. En Sunnydale solo le interesa una persona y solo durante cinco minutos.
Los suficientes para echarse en su tumba, sentir su presencia sobre la hierba fresca y querer desvanecerse de amor. Si se queda más tiempo no será capaz de moverse, así que se marcha con el depósito lleno de gasolina y el maletero cargado de whisky.
Ha hecho un trato con el Mediometro. Una postal cada semana para que Dawn sepa dónde encontrarle en caso de que el fin del mundo amenace de nuevo.
Todavía está sopesando lo de orinarse en el hotel de Ángelus pero le cuesta decidirse. Tiene todo el tiempo del mundo pero no sabe qué quiere hacer, ni si encontrará la respuesta algún día.

XVII.

- ¡Dawnie, la cena está lista!-, llama Willow desde la cocina. El olor a especias sube desde las escaleras y escucha la conversación con Tara y Xander mientras cierra la caja de metal y la guarda debajo de la cama.
No quiere que nadie sepa lo de las postales porque ellos no son capaces de entenderlo. Todavía recuerda la noche en que volvió y el largo interrogatorio que tuvo que soportar. Qué había hecho –nada especial- y dónde había estado –en todas partes- y si Spike la había secuestrado –no-, o drogado –no-, o hipnotizado –no-, o herido, -tampoco-, o si te ha tocado un solo pelo te juro que le mataré y le barreré con la aspiradora, -¡Xander, no!-.
No. Imposible explicar que Spike no había hecho absolutamente nada. Excepto conducirla por la autopista de la vida hasta sus propias decisiones, quemando gasolina para hacer su voluntad. Es curioso que el vampiro haya hecho solo lo que Dawn le ha pedido pero que en casa, todos prefieran culparle a él por la larga ausencia, esquivando la responsabilidad de Dawn. Tratándola aún como una niña pequeña.
Así son las cosas en casa. Dawn se limita a encoger los hombros y evitar el nombre de Spike, que sustituye al de Buffy en la categoría de palabras impronunciables.
El único recuerdo de esa larga noche de seis meses que pasaron juntos son esas postales lacónicas. La última es un cuadro conocido cuyo título Dawn no recuerda. Una mujer muy pálida y con la cabeza inclinada. Una tela de muchos colores, sobre todo amarillos y naranjas, flores en el pelo y una sonrisa calmada, con los ojos cerrados, como si soñara con ella misma. Le gusta esa mujer de largos rizos y guarda la postal sobre las otras para poder mirarla cuando se sienta inútil, estúpida, fea, inservible, culpable
prometedora como un amanecer
ha escrito Spike en el reverso. Y nada más, excepto su firma enrevesada y barroca. Laberíntica y llena de misterios. Su monstruo domesticado, el animal que espera bajo su ventana para enseñarle que los demonios de sus pesadillas son más débiles que ella, Spike es en realidad, la señal de que no todo en la noche está condenado. Cuando tiene miedo, Dawn piensa en él y se abraza en la cama al peluche de Buffy y el recuerdo del vampiro.
Su propio Mister Gordo.

(fin)

Esta es la canción. El sexto track del CD de “Fama”. Canta Paul McCrane y es la banda sonora de este relato.

“Is it okay if I call you mine?
Just for a time?
And I would be just fine
If I know that you know that I´m wanting, needing your love

If I ask of you, is it all right?
If I ask you to hold me tight
Through a cold, dark night
Cause maybe it´s a cloudy day inside
And I need to let you know that am I in needing your love

And what I´m trying to say isn´t really new
Is just the things that happenned to me when I reminded of you
Like when I hear your name, or see I place that you´ve been, or see a picture of you in
Or pass a house that you been in, one time or another
It sets off something in me I can´t explain
And I can´t wait to see you again
Baby, I love your love

What I´m trying to say isn´t really new,
is just the things that happenned to me when I´m reminded of you”

"Gracias a Fama por la inspiración y a BF por su aliento asesino en mi nuca mientras escribía contra reloj. Te temo, B y todo lo hago por ti. Lo juro. Soy lenta. Quiéreme. "
-Irati.

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