Estaba atrapada, el miedo me paralizó por un
momento, después salté de la ventana y me arrimé contra la pared. El tal Kakistos
venía acompañado por dos vampiros más, pulcramente trajeados. Hizo un gesto con la mano
para que me acercase, pero yo me quedé donde estaba, sentía pánico. Entonces indicó a
uno de los vampiros que se acercase a mi, cuando lo tuve a mi alcance le di una patada,
cayó hacia atrás, pero enseguida volvió a levantarse. Me miró con su rostro de vampiro
y se lanzó furioso contra mi, me tiró del pelo descubriendo el cuello con violencia.
Podría habérmelo partido o morderme, y yo no podría haber hecho nada, pero Kakistos no
le dejó.
-No es el momento- dijo- es un
regalo demasiado precioso y solo me pertenece a mi.
El
vampiro que me había agarrado me arrastró hacia la planta superior. Subimos las
escaleras hasta el último piso, nos desplazamos por los pasillos oscuros hasta una
habitación, Kakistos y el otro vampiro nos siguieron a corta distancia. Me empujó al
interior de la habitación y caí al suelo,
repté hasta la inexistente seguridad de la pared. Uno de los vampiros, el que me había
arrastrado, se quedó fuera, mientras que
Kakistos y el otro entraron. El viejo
Kakistos se acercó a una mesa delante de una cristalera que tenía echadas unas pesadas
cortinas de paño oscuro y abrió un gran maletín marrón forrando de terciopelo rojo,
mientras el otro vampiro se apoyaba contra la pared. Pasó la pezuña suavemente por los
brillantes instrumentos de tortura y pareció disponerse a elegir uno. Sacó unas tenazas y las miró a la luz artificial de la escuálida
bombilla, pareció satisfacerle
-Empezaremos con esto- dijo con una inmensa sonrisa de satisfacción- y después iremos aumentando la intensidad del trabajo
El
vampiro que estaba junto a el se acercó a mi, intenté pegarle, pero el fue más rápido.
Me arrastró por el pelo hasta una silla y me obligó a sentarme, sacó unas esposas y me
ató las manos a la espalda entre los barrotes de la silla, de tal forma que mis brazos
quedaron inmovilizados. Protesté y pateé, pero solo recibí una soberana bofetada. El
vampiro se acercó a mi cara sonriente, le escupí, no podía hacer otra cosa, volvió a
pegarme y noté como la sangre goteaba de mi nariz. El olor de la sangre enseguida le
excitó y su rostro se transmutó. Kakistos se puso furioso.
-¡FUERA
. FUERA DE
AQUÍ!- dijo- TENDRAS TU PARTE CUANDO YO ACABE.
El
vampiro me echó una última mirada y salió. Kakistos y yo estabamos solos. Se apoyó en
la mesa mostrándome el instrumento que había seleccionado del maletín, la tortura
podía ser más psicológica que física, quería recordarme que pronto haría conmigo lo
que le diese la gana. Bajé la cabeza e intenté mantenerme digna, pero no creo que lo
consiguiese. Fuera se oyeron unos pasos, los vampiros que montaban guardia en la puerta
hablaban entre ellos, hasta que la conversación se detuvo violentamente con el sonido de
un gritó. Kakistos se giró hacia la puerta enfadado de tantas interrupciones. Uno de los
vampiros entró corriendo en la habitación, una flecha entró detrás de el y le
alcanzó. Pluff y cenizas, Iris cruzó el umbral de la puerta.
-No te preocupes- dijo
dirigiéndose a mi y apuntando a Kakistos- te sacaré de aquí. Toda norma puede romperse
alguna vez
No
sabía de que hablaba, apuntó con su ballesta a Kakistos que soltó el instrumento
metálico de su mano, esperé el impacto de la flecha mirándole, hasta que oí un golpe
seco y una sonrisa se reflejó en la boca del vampiro. Miré hacia donde debería estar
Iris, pero en su lugar había un vampiro, uno que no había visto antes, con un mazo en la
mano. La había golpeado en la cabeza, Iris estaba tumbada en el suelo, la ballesta se
había desplazado hasta los pies de Kakistos. El vampiro la agarró por un brazo y la
levantó en el aire, su típico moño recogido se soltó y su pelo rubio le cubrió la
cara. La lanzó contra la pared, al otro lado de la habitación, sus huesos crujieron con
el impacto.
-IRIS- grité
-No, no, no- dijo Kakistos
no la estropees tanto, puedo empezar con ella, puedo mostrarle a la cazadora lo que
haré con ella.
Iris
yacía inconsciente sobre el suelo de la habitación, Kakistos revolvió en su maletín y
sacó un frasquito que contenía líquido, se lo hizo oler y empezó a reanimarse.
-Despierta querida- dijo- todavía tienes mucho que mostrarle a tu protegida.
__________________
Quiero
olvidarlo. Quiero olvidar todo lo que le hizo. Quiero olvidar sus gritos y tanto dolor,
pero no puedo. Una y otra vez las imágenes de Iris torturada se repiten en mi mente.
Jamás pensé que aquello podría estar pasando. La tortura se alargó hasta el amanecer,
la torturaban y la reanimaban, una y otra vez.
El
vampiro que golpeó a Iris la arrastró al centro de la sala, en frente de mi, para que
tuviese una mejor panorámica, dijo Kakistos. El vampiro me sujetó la cabeza para que no
desviase la vista, me sujeto la cabeza con fuerza, para que viese todo lo que le hacía,
como Kakistos utilizaba sus herramientas de trabajo sobre la piel de mi vigilante, como
crujían los huesos cuando se partían, como gritaba dolorida cuando le arrancaba las
uñas. El rubio de su pelo fue desapareciendo entre el rojo de su sangre, su piel blanca a
penas se entreveía. A veces pronunciaba mi nombre y aquello me dolía casi tanto como su
propia tortura. Necesitaba que aquello acabase ya. Las lágrimas me nublaban la vista y ya
no veía ni a Kakistos ni a Iris, solo veía una nebulosa que se retorcía delante de mi.
Entonces Kakistos llamó al vampiro.
-Aliméntate de esta, mientras
esté viva- dijo refiriéndose a Iris- La
cazadora es para mi, y antes tengo que divertirme con ella.
En
la prisa del vampiro por correr hasta el cuerpo aún latente de Iris, uno de sus pies se
enredó con la pata de la silla donde yo estaba sentada y caí al suelo, mis manos seguía
inutilizadas, toqué el piso frío y algo se pegó a mi mano sudorosa, lo palpé otra vez,
parecía una horquilla, una de las horquillas que Iris utilizaba para peinarse. Durante
los largos años que he vivido en la calle he aprendido muchos trucos, también a abrir
una cerradura de la puerta de un coche o de una casa abandonada. Nunca lo había hecho sin
mirar, pero siempre hay una primera vez para todo. Retorcí la horquilla hasta separar una
punta y conseguí introducirla por la cerradura, una vuelta a la derecha otra a la
izquierda y clac, estaba libre. Intenté despejarme los ojos, Kakistos se
acercaba de nuevo al maletín, mientras el otro vampiro chupaba la escasa sangre que
podía quedar en el cuerpo de mi amiga.
Kakistos
giró mostrándome jubiloso la elección del objeto con el que iniciaría mi tortura, un
escalpelo brillante.
-Dejaré unas bonitas marcas
antes de beber tu sangre.
No
dije nada, le observé mientras se acercaba a mi intentando mantenerme serena. Cuando ya
le tenía casi encima, le di una patada en la pierna, el trastabilló mientras yo me
levantaba ya libre de las ataduras. Le di una patada en el estómago y el escalpelo salió
por el aire. Tuve el tiempo justo y el movimiento rápido y perfecto para cogerlo con la
mano y asestarle con el un buen tajo en la cara, de la frente a la barbilla. Kakistos grito dolorido, uno de sus ojos había
sido rebanado. Me golpeó con violencia con un brazo y salí disparada contra la gruesa
cortina que cubría la ventana. Supongo que me agarré a ella, porque la cortina se calló
y la luz clara y brillante del día entró como un torrente en la habitación. El vampiro
que se alimentaba gustosamente de mi vigilante se prendió en llamas, pero Kakistos estaba
lo suficientemente lejos como para ponerse a cubierto, salió por la puerta y permaneció
gritando improperios al otro lado. Corrí a socorrer a Iris. De un puntapié aparté al
vampiro que todavía ardía sobre ella. La tomé entre mis brazos con lágrimas en los
ojos. Apenas se movía, intentó abrir los ojos, no se si me reconoció. Parecía como si
quisiese decirme algo, acerqué la oreja a lo que quedaba de su boca, intentando
tranquilizarla.
-No te preocupes Iris, saldrás
de esta- dije- no puedes dejarme sola
Volvió a intentar
hablar.
-Crucimemtum- dijo, y entonces se fue. No
dijo nada más, me dejó allí sola.
La abracé fuertemente llorando, mientras su cuerpo tibio se enfriaba entre mis brazos, intentando amarrarlar a la vida, pero la muerte es la más fuerte de las cazadoras, venció y se la llevó de mi lado. No supe lo que quiso decir. Ni siquiera me pregunté por que me había traicionado. No me importaba. Seguí abrazándola. No se durante cuantas horas seguí abrazándola.
_________________________
Cuando mi madre murió, Iris se encargó de todos los papeleos. Compró una parcela en el cementerio y organizó un funeral al que acudieron algunas de las antiguas compañeras de trabajo de mi madre, y quizá alguno de sus amantes. Yo no fui, sin embargo, aquella noche, después de despedirme de Iris, atravesé el cementerio para evitar dar toda la vuelta alrededor del muro y acabé delante de su tumba. Me arrodillé en el suelo, con la estaca en la mano. No se lo que esperaba, Iris me dijo que la autopsia reveló que mi madre se había ahogado en sus propios vómitos, tenía el hígado destrozado por el alcohol, pero yo permanecí allí, con la estaca en la mano, por si a mi madre se le ocurría levantarse, por si a mi madre la había mordido un vampiro sin embargo no lo hizo. Estaba muerta y bien muerta, como ahora Iris en mis brazos.
Iris,
ocuparía otra tumba en el cementerio, quizá cerca de la de mi madre, y yo tampoco iría
a su entierro. No podía hacer nada por ella ya. Miré su cuerpo destrozado, me saqué la
chaqueta y la cubrí después de darle un beso. Tenía que salir de allí. Kakistos
seguía hablando desde el otro lado de la puerta, maldiciéndome en todos los idiomas.
Cogí la silla sobre la que me pasé horas sentada, ante el espectáculo dantesco de la
tortura de Iris, y la lancé contra la ventana. Los pocos cristales que aún quedaban en
pie reventaron en una sinfonía de crujidos y efectos luminosos, el aire entró libremente
en la habitación invadiéndola por completo. Salí por la ventana después de echar una
última mirada al cuerpo de Iris.
-Adios
Bajé las escaleras de incendios sin mirar atrás, subí al coche que fuera de mi vigilante y arranqué tomando la primera dirección que encontré. Necesitaba poner tierra de por medio, Kakistos ya conocía mi olor y podría seguir mi rastro. No podía volver al apartamento de Iris, no me parecía seguro, probablemente Kakistos o sus secuaces ya estarían en camino, olisquearían la ropa y los enseres de Iris, intentando reconocer mi olor para localizarme. Solo estaba segura a plena luz del día, y debía evitar que algún coche de cristales tintados se me acercase o cualquier ser extraño que se cubriera por completo del sol. Me estaba volviendo paranoica.
Conduje
hasta salir de la ciudad, durante horas, hasta que el coche empezó a fallar, chof-chof,
me había quedado sin gasolina. Temí que Iris me echase la bronca cuando descubriese lo
descuidada que había sido con sus cosas. Entonces recordé que ella ya no volvería.
Salí del coche, quizá debería incendiarlo para eliminar mi rastro. Abrí la puerta
trasera intentando buscar un mechero, el mio se había quedado en la chaqueta junto a
Iris, pero sobre el asiento trasero solo estaba la americana de Iris, la aparté
intentando buscar el mechero que me permitiese prender una chispa y entonces algo se cayó
al suelo, era uno de los libros de Iris. Recogí el libro y lo apoyé sobre el capó del
coche. Un marca páginas seguía indicando el lugar donde había detenido probablemente su
última lectura. Abrí el pesado libro por la página marcada y la palabra que encabezaba
el texto me fue muy familiar Crucimentum, otra vez crucimentum la palabra
volvía a aparecer. El texto del libro tenía varias partes subrayadas
dieciocho, prueba, bautizo de sangre
de repente
todas las palabras se enlazaban, todos los hechos tenían sentido. El consejo sometía a
las cazadoras a la edad de 18 años a un extraño y brutal ritual en el que las hacían
enfrentarse con una bestia inmunda para probar
no se sabía que, simplemente era una
tradición. La tradición a la que acababa de ser sometida, la norma que Iris dijo que se
podía romper antes de que la golpearan en la cabeza, la última palabra en los labios de
mi vigilante.
Lancé el libro con rabia, lo más lejos posible y me desahogué dándole puntapiés al neumático del coche hasta que mi pie se resintió. Después me senté a descansar en el asiento trasero. No podía descuidarme, tenía que seguir huyendo, no estaba preparada para enfrentarme de nuevo a Kakistos, no sabía a donde ir ni tenía mucho dinero. Entonces recordé, Iris solía dejar el bolso debajo del asiento delantero. Metí la mano y lo saqué, lo vacié sobre la desgastada tapicería. Había un pintalabios, una polvera, su famosa libretita, una linterna, una caja de cerillas de propaganda de un restaurante turco de Londres y su cartera de piel. No tenía mucho dinero pero era mejor que nada. Cogí la libretita y el dinero y me lo metí en el bolsillo del pantalón, aparté la tapa al depósito de gasolina, me saqué la camiseta manchada de sangre y la introduje por el hueco, le prendí fuego con la caja de cerillas del restaurante turco, y me alejé corriendo antes de que explotara.
Caminé
durante algunas horas a través del bosque, hasta llegar a las afueras de un pequeño
pueblo. Una jauría de camiones estaban aparcados delante de una cafetería, por primera
vez en mucho tiempo no tenía hambre, así que seguí andando. Era tarde y pronto
anochecería, no me sentía con la fuerza suficiente para encarar otra noche a la
intemperie perseguida por vampiros. A lo lejos sonó el sonido de un campanario, vi la
torre en la distancia y caminé hacia allí, era una iglesia. Empujé la puerta y entré,
subí discretamente al coro sin hacer ruido y me tumbé en el suelo, allí podría estar
segura. Calló la noche, un cirio me sirvió de linterna, a su luz leí parte de la
libretita de Iris. Sus anotaciones sobre mi comportamiento y evolución. la chica se
muestra reacia a lo que le cuento, primera reacción desconcertante ante un
vampiro
salió huyendo, pero regresó carece de disciplina pero tiene
instinto,intenta ocultar lo que siente Iris leía en mi como en un libro
abierto. Leí todos sus apuntes hasta llegar al final, a sus notas sobre el crucimentum,
intento tenerla preparada para el crucimentum, pero su falta de disciplina me hace
temer que no pueda conseguirlo tras denegarme el Consejo una demora en el
crucimentum me dispongo a suministrar la dosis necesaria a la chica sigo sin
estar de acuerdo con la prueba, pero la acataré en función de mi condición de vigilante
y en la confianza que ha puesto el Consejo en mi
Pobre Iris, siempre eternamente sometida al Consejo, a esa gratitud y ese honor que prevalecían ante todo y ante todos en su vida. No le gustaba el crucimentum, no estaba de acuerdo con ello pero accedió a llevarlo a cabo y sin embargo . se arrepintió, arriesgó su vida y rompió sus principios por mi. Iris me quería y yo lo sabía, por eso me dolía tanto su muerte. Iris era lo más parecido a una familia que había tenido en mucho tiempo. Iris no se había rendido, había luchado, no se escondía como yo.
Todavía no había salido el sol cuando abandoné la iglesia y caminé hacia el bar de la carretera, después de robar una camiseta colgada en la parte trasera de una casa. Llevaba dos días sin dormir, estaba cansada pero podía soportarlo, es una de las ventajas que confiere el ser cazadora, pero seguía sin tener fuerzas ni ganas de enfrentarme a Kakistos, aunque no podía meter la cabeza debajo de la tierra como un avestruz, tenía que buscar una solución. Necesitaba algo de comprensión, alguien que me comprendiese, y esa persona se llamaba Buffy, la otra cazadora, la única igual a mi. Por eso me subí en el primer camión que ponía dirección al oeste. Calculo que llegare entre cuatro o cinco días, si tengo suerte. Aunque no se que le voy a decir cuando la tenga delante. No se si he recordado todo esto para contárselo a ella, o si nunca lo haré. Supongo que su simple presencia me bastará. La presencia de una igual, de una persona que sienta el ser cazadora igual que yo. Entonces se me ocurrirá algo, algo para que pueda hacer pagar a Kakistos todo lo que le hizo a Iris, solo necesito tiempo.
Fin