La
policía no hizo muchas preguntas. Se interesaron por mi y donde pasaría la noche.
Querían tenerme localizada. Quizá sospechaban que
yo la había matado.
- Hasta que no tengamos los
resultados de la autopsia, no se te ocurra salir de la ciudad.
Curiosamente,
cuando preguntaron si tenía familia o si la asistencia social tendría que hacerse cargo
de mi, ni siquiera me dio tiempo a decirles que era autosuficiente. Iris Chapman, la
mojigata con acento inglés que seguía paseándose por la gravilla con sus zapatos de
tacón, sacó un papel de su bolso y se lo entregó a la policía. El agente la miró con
asombro y le preguntó
- ¿Está segura señora?
Conozco a esta clase de chicas, son de las que se meten en líos. Nada bueno ha salido de
este barrio.
- Estoy segura - contestó la
otra - yo me haré cargo de ella
- Espero que no se arrepienta -
dijo el agente - suya es la custodia si lo firma el juez y la asistencia social del estado
- escuché aquellas palabras con cara de asombro - llámenos si necesita nuestra ayuda, la
pondremos en cintura, o la meteremos donde debería estar toda esta chusma, en el
reformatorio.
- No hará falta - respondió
Iris - se lo aseguro.
El
agente se subió al coche después de preguntar a Iris si necesitaba que la llevasen a
alguna parte, esta negó con la cabeza y juntas presenciamos como abandonaban el recinto detrás del coche de la morgue. La miré
por unos segundos.
- Nena dije - no creerás
que voy a ir contigo. Si quieres que te hagan un favor búscate a una profesional
- Se que este no es un buen
momento, pero dame una oportunidad al menos - dijo - una oportunidad para que pueda
explicarte lo que he venido a decir.
Le
contesté mostrándole lo gracilmente que se eleva mi dedo corazón, y empecé a caminar.
Ella me siguió a trompicones apresuradamente. Empezó a decir frases sin sentido sobre
vampiros, cazadoras, vigilantes, consejos y demás milongas. Cinco minutos después,
todavía seguía asombrada ante la posibilidad de que una loca así anduviese suelta por
el barrio.
En cierto forma empezó a darme lástima, sin mi sería incapaz de salir viva de allí. Acabaría en ropa interior tirada en una cuneta, o sin ropa interior, sirviendo de entrenamiento sexual a los jóvenes del barrio. Accedió a dejarme tranquila si aceptaba tomar algo con ella en una cafetería, solo quería hablar.
Tenía
hambre, mucha hambre, hacía días que no comía en condiciones. Además, empezaba a tener
curiosidad sobre las barbaridades que saldrían de aquella boca. Caminamos juntas hasta
una cafetería abierta. No era gran cosa, olía a café y a tocino requemado. Nos sentamos
en una mesa que daba a la calle. La camarera se acercó mascando sin parar su chicle.
Anotó en su libretita mi pedido, un especial con hamburguesa, patatas, salchichas, tocino
y dos huevos, cerveza grande y un trozo de tarta de manzana. Iris se conformó con un
café.
-En un vaso de plástico, por
favor- dijo, sin duda el local no le daba garantías de higiene.
Mientras
el tocino crepitaba sobre la plancha y el aroma invadía todo el local, Iris volvió a
reanudar su absurdo discurso.
- Ante todo querida - dijo -
quiero decirte que lo siento...
- ¿Lo qué?- intenté mostrar
indiferencia, aunque sabía perfectamente a que se refería- Aahhhhhhhhh lo de mi madre.
No te preocupes, era una borracha con la mano bastante pesada.
Hizo
un gesto de resignación. Sabía que mentía.
- Verás - continuó - supongo
que debo empezar así. En cada generación hay una elegida
. se detuvo cuando la camarera apareció con su
café y mi bandeja de comida caliente
Me
lancé a la bandeja mientras ella continuaba su relato. Eché mano del ketchup que se
extendió sobre las salchichas como un reguero de sangre.
- La anterior cazadora ha muerto -
concluyó - y tu has sido elegida. El consejo
me ha enviado a encargarme de tu entrenamiento. Ellos son los que tramitaron que obtuviese
tu custodia.
- Ni los sueñes lady Di - intenté
dejárselo claro entre bocado y bocado a la salchicha, aunque no la juzgaría si no me
entendió. Tenía la boca llena.
- Esto es algo muy importante, no
puedes tomártelo a la ligera- dijo- Créeme
Faith, querida, tu has nacido para esto.
- Cenicienta ¿no te ha dicho
alguien que deberías volver al manicomio antes de las doce?
Suspiro resignada, o intentando contener la paciencia, esperó un momento y
después continuó
- No
no estoy loca - dijo
- aunque no es extraño que no me creas. Vales mucho Faith, hay mucho potencial en ti, y
yo estoy aquí para hacerlo salir a la luz.
- Se nota que no me conoces
-
contesté
Tomé
la última salchicha con la mano y la arrastre sobre el ketchup tras lo cual me la llevé
a la boca. Después de dar fin a la tarta de manzana, puse los pies sobre la mesa. Se
revolvió ofendida en su silla
- ¿Tienes un pitillo?- le
pregunté, sacudió la cabeza negando.
Miré
por la ventana, aquello empezaba a aburrirme, entonces vi pasar un coche muy lentamente.
En su interior iba un tío conocido para mi. Algunas veces me pagaba para que me vistiese
de colegiala y le pegase con una fusta. Con el dinero que me daba podía aguantar unos
cuantos días.
- Tengo que irme - me levanté
de la silla - encantada de conocerte. Otro día nos vemos y me pagas otra comida.
- ¿Cómo?- dijo - Nooo, no, no
puedes irte, aún no he acabado
- Mira reina - aclaré - ahí
fuera hay un tío que me da cien dólares si le pego con una fusta ¿te parece que hay
negocio mejor para una chica como yo?
Aquello la escandalizó, pero tragó saliva intentando contenerse.
- Te daré lo mismo si me
acompañas a un sitio - dijo
- ¿También quieres que te
pegue?- le pregunté con ironía, pero la broma no le sentó nada bien. Estaba a punto de
llorar.
- Aceptas ¿si o no?- preguntó-
si después de esto no te convenzo, prometo no inmiscuirme más en tu vida.
- Quiero ver la pasta
dije. Abrió el bolso y sacó una cartera de piel, me enseñó algunos billetes - Podría
robártelos en cuanto saliésemos de aquí
- Pero no lo harás - dijo
resueltamente guardando de nuevo la cartera - quizá tengas muchos defectos, pero no eres
una mala chica
- Yo que tu no lo apostaría
____________________
Ni
siquiera se acabó el café, pagó religiosamente en la caja nuestras consumiciones y
salimos a la calle, yo la seguía de cerca. Eran más de las 12, no encontraríamos un
autobús y menos un taxi por aquella zona, así que caminamos hasta salir del barrio.
Quería llegar a una dirección del norte de la ciudad, pero con aquellos tacones sabía
que no llegaría lejos, no habíamos andado ni dos Kilometro y ya se resentía. Por suerte
o por desgracia nos paró un coche de la policía. Pensé en huir, pero sin duda ella no
estaba preparada para la carrera, y yo quería mi dinero. Nos confundieron con dos
fulanas, se produjo el mismo sobe de siempre.
- Apoya las manos en el capó,
donde pueda verlas
Lo
siento por ella, sin duda nunca se había visto en una situación igual. El trato de los
policías la hizo enrojecer hasta los pies. Entonces empezó a hablar sobre unos amables
agentes con los que acababa de tratar, y sobre la custodia de cierta chica que estaba a su
lado. Así que después de comprobar su identidad, vía central de policía, los agentes
se disculparon y se ofrecieron a llevarnos a la dirección señalada
- Este no es barrio para una
señora - dijeron a modo de disculpa
Aproveché para dejar caer mi mano en una cajetilla de tabaco que destacaba
copiosamente entre los dos asientos delanteros. No llegamos antes de la madrugada. Era un
cementerio, me llevaba a un cementerio, lo cual no era de todo desconcertante si recordaba
que acababa de morir mi madre. Después de despedirnos de los amables agentes,
entramos en el cementerio y caminamos entre las tumbas. Realmente aquella tía era de lo
más raro, se puso a buscar un nombre en particular. Tomó esta calle y la otra, localizó
las lápidas de la familia Graham, cuyo hijo pequeño, me contó, había muerto la noche
anterior en extrañas circunstancias. Se detuvo delante de la tumba hundiendo sus tacones
en el suelo y dijo
- Tenemos que esperar
La
verdad es que llegué a estar fascinada con todo aquello. No sabía que más podía
sucederme aquella noche después de lo de Steve, mi madre y aquella inglesita chalada de
bragas de seda. Saqué un cigarro, maldita sea, solo había uno, y me puse a fumar sentada
en una lápida, aturdiendo con el humo a las luciérnagas, mientras la observaba. Miraba
con impaciencia el reloj y sacó de su bolso una linterna y una libretita, donde empezó a
hacer anotaciones. El cigarrillo se iba agotando al igual que mi paciencia. Soy incapaz de
permanecer mucho tiempo en un sitio sin hacer nada, recuerdo que mi madre solía llamarme
polvorilla. El recuerdo de mi madre volvió a mi cabeza y tuve ganas de que
aquello acabase, de que me diese mi dinero y perderla de vista de una vez por todas.
Entonces
se escuchó un crujido, como algo que se rompe. Iris se puso en guardia, hizo señales
para que me acercase sin hacer ruido. Tiré la colilla a lo lejos y me levanté de la
lápida. Me señaló algo, la tumba de John Philip Graham III, bajo el epitafio
amado hijo. La miré sorprendida sin saber que me quería decir, entonces el
crujido se repitió y esta vez, la tierra que cubría la tumba empezó a moverse. Caminé
unos pasos hacia atrás. Doña Remilgada ni siquiera se inmutó, permaneció allí tan
tranquila y comenzó a revolver en su bolso. De repente algo empezó a surgir de la tierra
fresca, era un brazo, creo que grité, aunque no podría asegurarlo, y después otro,
separó la tierra como una cortina y pude ver la mitad de un cuerpo. Un hombre
increíblemente pálido estaba levantándose de su tumba. En un segundo, el cuerpo estaba
totalmente fuera y yo estaba aterrada. Iris me entregó algo que saco del bolso. Lo
agarré aunque no sabía que era, ni me dio tiempo a comprobarlo. El hombre de la tumba se
abalanzó sobre mi, le golpeé con un pie y cayó hacia atrás.
- Vámonos - le dije a Iris, y
tiré de ella, pero se negó a moverse
- Esto es a lo que me refería -
dijo - tu obligación es matarlo, y puedes creerme, estás preparada para ello.
El hombre había vuelto a levantarse y volvió a atacarme, volví a golpearle y comencé a correr. Si ella quería quedarse era cosa suya, yo no iba a arriesgar mi vida. La oí gritar mi nombre y después gritar dolorida, ya había andado un buen trecho cuando me detuve. Maldita sea, no podía dejarla allí, ¿sería cierto que podía permitirme el lujo de tener conciencia? Al final iba a resultar que era una buena chica. Giré y volví corriendo.
Estaba
tirada en el suelo. A cierta distancia brillaba una cruz dorada con la que había
intentado defenderse. El hombre estaba sobre ella, aplastándola. Su cara me recordó en
seguida a la de Steve. Llegué con el tiempo suficiente para darle una patada en la cabeza
y que no la mordiese. Se levantó furioso.
- Me has roto un diente, perra -
dijo - me las vas a pagar
- ¡Que dices! le
contesté - te he hecho un favor, la sangre de esa petarda es demasiado empalagosa, solo
tienes que echarle un vistazo, te sentaría mal, o te provocaría caries. Lo hago por tu
bien.
Le
pegué duro una y otra vez, hasta que cayó al suelo. Me senté sobre su estómago
sujetándole las manos bajo mis rodillas y le golpeé la cara.
- La estaca - gritó Iris
señalando mi mano, ni siquiera me había dado cuenta de lo que era - remátale con la
estaca
Se
la clavé en el pecho y se evaporó en una nube de cenizas que se elevaron y dispersaron.
De repente empecé a comprender lo de Steve. Entonces
era cierto lo que decía
aquella mujer. No tuve tiempo a reflexionar, alguien se me tiró por la espalda
- Cuidado- gritó Iris - el
vampiro padre
debería haberte hablado del vampiro padre
La
estaca resbaló de mi mano, todo estaba oscuro, no sabía adonde había ido. Le clavé el
codo en el estómago y chilló. Me levanté, le pegué en la cabeza, en el pecho con todas
mis fuerzas, le di un puñetazo en su horrorosa cara, le pegué sin descanso y cuanto más
le pegaba, más segura y más fuerte me sentía. Entonces Iris me gritó
-Ya Faith, ya - dijo - acaba de
una vez. La cazadora no está para divertirse, sino para trabajar
Me
detuve, el vampiro me miró desde el suelo con cara de terror, como si el simple nombre de
la cazadora le asustase. Se levantó y comenzó a correr. Le vi alejarse, sin duda quería
huir de mi. Corrí en dirección contraria, hacia donde estaba Iris, le arranqué uno de
sus zapatos, tomándola totalmente desprevenida.
-Pero
¿Qué haces?-
protestó mientras caía al suelo
Localicé al objetivo, apunté y le tiré el
zapato. Acerté, el tacón le atravesó el corazón y se disolvió en el aire . Fin
- Polvo somos - era la primera
vez que oía algo irónico en boca de Iris, que llegó cojeando junto a mi
La
miré durante unos segundos, con otros ojos. La copiosa cena se revolvía en mi estómago.
Parecía como si de repente se descubriese una cortina, como si descubriese que yo no era
quien hasta el momento había creído que era. Aquella noche había matado a tres
vampiros, uno de ellos un antiguo novio, había conocido a una tía rarísima y mi
madre
entonces me di cuenta, mi madre había muerto, ya nunca volvería a verla,
para bien o para mal. Caí de rodillas y comencé a vomitar, a vomitar y a llorar. Iris se
arrodilló a mi lado y me sostuvo la cabeza. Las chicas duras no deben llorar, pero en
aquel momento no lo pensé, me daba igual. Pero lo peor es que seguía teniendo hambre.