Frederick, el vampiro (III):

 

Tercera parte 

 

CUARTEL GENERAL DE LA “GARRA NEGRA”, EN SUNNYDALE, ALGUNAS HORAS DESPUÉS...

 

La mansión estaba en mitad de un gran revuelo.

La noticia de la emboscada que la Cazadora había tendido a Frederick y a los vampiros que iban acompañándolo llego al “Cuartel General” donde la secta operaba, sumiendo en el terror al resto de los discípulos que todavía permanecían allí.

Si su señor fue derrotado tan fácilmente, el solo pensar que la Cazadora ahora podía estar viniendo hasta su guarida les helo la sangre.

Moviéndose frenéticamente, todos los vampiros comenzaron un amplio operativo de mudanza. Todo el mobiliario seria cargado en camiones preparados y listos para salir cuanto antes. Era mejor huir previamente que enfrentarse a la furia de la Cazadora...

-¿Todo ha sido correctamente guardado?- pregunto un vampiro a otro, mientras miraba como los demás subían a los camiones los muebles y el resto de las cosas.

-Si. Dentro de un segundo nada más, podremos alejarnos para siempre de este maldito poblado.

-Bien. No veo la hora de salir de aquí...

Un grito de alerta se produjo. Los vampiros se paralizaron de terror, pensando que se trataba de la Cazadora que ya estaba allí, pero se equivocaron.

-¡¡¡El amo ha vuelto!!!

Casi arrastrándose, Frederick penetro en la casa ante la aterrorizada vista de sus hombres. Su piel sanaba muy lentamente, pero todavía podían verse profundas manchas de quemadura en ella.

-¡¡Amo!! ¡Lo... creíamos muerto! ¿Esta usted... bien?

-¿Luzco bien acaso? ¿Se puede saber que demonios están haciendo?

-Bue-Bueno, señor. Comenzamos el operativo de mudanza, claro.

-¿Quién lo autorizo?

-Y-Yo.

Acercándose al discípulo, Frederick le agarró la cabeza con las manos y le quebró el cuello en un instante.

-¡Escúchenme bien: nadie se mueve de aquí! ¡¡¡El que siquiera intente huir, terminara peor que este idiota!!!

Nadie se atrevió a contradecirlo. Lentamente, todo fue colocado en su lugar.

 

Sumergido en una amplia bañera, Frederick limpiaba la suciedad pegada a su magullado cuerpo. A un lado quedaron tiradas las elegantes ropas que antes hubo usado, convertidas en harapos después de haber pasado por el fuego.

Su mente volvía una y otra vez a la humillante derrota sufrida a manos de la Cazadora. Una y otra y otra vez repasaba los movimientos que hizo y el momento culminante de la contienda, en donde ella lo arrojo al fuego, provocándole aquellas terribles laceraciones.

“Muy poderosa”, pensó, “Y muy impredecible. Esta chica es diferente de todas las Cazadoras de las que he oído. Incluso, es diferente a la que yo mate”.

 

Frunciendo el ceño, salió de la bañera. Colocándose una bata, se encamino hasta el dormitorio. Se detuvo un segundo delante de un espejo...

Se miro en él y lamento que no fueran ciertas aquellas estúpidas creencias humanas de que los vampiros no se reflejaban en los espejos. Lo que ahora veía no le gustaba para nada.

Su poder de regeneración logro apenas sanar alguna de las quemaduras. Su rostro ya lucia un tanto más diferente, menos grotesco, pero habían quedado secuelas lamentablemente imborrables.

Su cabello era otra cosa. Gracias al fuego, desapareció. Ahora una reluciente calva asomaba, brillando bajo las luces artificiales.

No pudo evitar sonreír amargamente. Ciertamente, ahora se parecía un tanto al Maestro.

 

Aquel pensamiento le lleno de angustia. El Maestro.

 

Suspirando, se desplomo pesadamente en un sillón. Dejo que los recuerdos volviesen a invadirlo...

El Maestro y él. Durante aquellas noches primerizas de su existencia como vampiro, no existía lugar alguno al que no hubiese ido en compañía de su Señor.

Recordaba como pacientemente el viejo vampiro lo observo atacar a aquel enterrador, su primer victima. También rememoro su expresión llena de orgullo, después de que matara a su primera Cazadora.

A su lado, aprendió muchísimas cosas. Lo siguió fielmente hasta su intento fallido de abrir la Boca del Infierno. Luego, por razones que ni él entendía muy bien, lo abandono.

-Maestro- musito- Cuanta falta me hace... y Darla.

Darla. También tenía un lugar principal en su memoria.

La vio de nuevo, con su larga cabellera rubia moviéndose por el tenue viento nocturno;  recordó las cacerías que ambos compartieron durante un corto periodo de tiempo, hasta que el Maestro le ordeno no intimar más con ella. Darla.

-No son momentos de recuerdos, Frederick- se dijo, apretando los dientes- Es momento de acción. Concéntrate en la Cazadora. Concéntrate en tu venganza.

Esa era la cuestión. Destruir a la Cazadora, aniquilarla.

 

Pero, ¿cómo?

 

************

 

En los meses posteriores, Frederick utilizo todos los recursos que la Garra Negra tenia a su disposición para hallar la forma de aniquilar a la Cazavampiros.

Igualmente, siguió su plan de observación para con ella. Continuamente, sus discípulos monitoreaban sus pasos cuidadosamente. Fue así que se entero que ella regreso a Sunnydale, que no dijo nada a sus compañeros y amigos de lo que le sucedió durante el tiempo en el que estuvo fuera y de la llegada al pueblo de la nueva Cazadora, Faith.

También supo de la venida de Kakistos, otro vampiro tan viejo como el Maestro, de quien ordeno a sus discípulos cuidarse mucho. Era bien conocida la fama que tenia de destruir a sangre fría a aquellos que le estorbaban.

En la búsqueda de un arma eficaz que le trajera la victoria, Frederick buceo incluso en los libros. Leyó tomos inmensos, durante varias horas, de obras de conocimientos prohibidos tales como “El Libro de Taizu”, “Las Profecías de Aurelius”, “The Oriental Magick”, “Le Vampyr” de Charles Baudelaire, “La Métamorphose du vampiro” y muchos otros más igual de nefastos.

Entre estas maravillas de la literatura, poco conocidas para aquellos que no eran iniciados en las artes arcanas, encontró lo que buscaba.

En uno de los libros, existía una referencia velada a algo llamado “El Elixir”, una sustancia mítica capaz de aumentar los poderes de los vampiros hasta límites insospechados. Se hablaba escasamente de los pocos que lo probaron y de la tremenda metamorfosis que experimentaron luego.

Aquello lo obsesionó. Si podía conseguir tomar apenas un sorbo de aquella milagrosa sustancia... nada podría detenerlo.

Destruiría a la Cazadora y luego, a todos sus amigos. ¡Diablos! ¡Destruiría a todos los vampiros y demonios que quisiesen oponérsele!

Si la fama de aquel “Elixir” era cierta, una sola gota podía convertirlo en un dios viviente. Incluso, cabria la remota posibilidad que se transformara en un vampiro igual de súper poderoso como lo fue Lothos, en sus mejores épocas.

Pero claro, existía un inconveniente: el paradero del Elixir era desconocido.

No lo hallo en los libros que leyó, y ningún demonio de Sunnydale supo siquiera de que hablaba, cuando los interrogo.

Comprendió que si quería encontrar la tan preciada sustancia, debería hacer un largo, largo viaje y que, quizás le tomaría algunos años.

Inmediatamente, llamo a todos sus discípulos a una gran reunión en el sótano de la mansión...

-Quiero anunciarles que voy a hacer un extenso viaje por tiempo indefinido- les comunico- Quiero que sigan monitoreando todos los pasos de la Cazadora y sus amigos, hasta mi regreso.

-¿Pero adonde va, maestro?- exigió saber uno de sus hombres.

-Voy a buscar algo que podría servirme para destruir definitivamente a la Cazadora. Es una travesía peligrosa que deberá hacerla yo solo.

“Hasta entonces, no nos volveremos a ver, pero confío en que seguirán mis ordenes. ¡No deben dejar que nadie en Sunnydale sepa de la existencia de la Garra Negra, al menos hasta que yo no regrese!”

-¡Así será, maestro!- aseguraron casi al unísono.

-Bien, muy bien.

 

************

 

El tiempo pasó. Durante los dos años siguientes, Frederick recorrió el mundo a lo largo y a lo ancho buscando pistas que puedan conducirlo directamente al Elixir.

Paso por Egipto y exploro las ruinas abandonadas de ciertos templos perdidos en mitad del fastuoso desierto;  atravesó las gélidas tierras nórdicas, donde debió luchar contra los terribles demonios que moraban en parajes desconocidos por los seres humanos; camino y camino por lugares tales como Roma, India, Alejandría, China, y las lejanas islas del pacifico, cerca del Ponape.

En todos esos lugares, apenas encontró poquísima información acerca del paradero del Elixir. Fueron muy escasos los vampiros que pudieron ayudarle en tal cuestión... la historia de la milagrosa sustancia era más mito para ellos que realidad.

Cuando finalmente Frederick pensó en rendirse y comprendió que quizás, efectivamente, solo era una leyenda, el Destino quiso que tuviera un golpe de suerte.

Visitando en Mongolia a un reconocido hechicero experto en conocimientos antiquísimos, averiguo una pista más que concreta de donde podría hallar lo que buscaba...

-¿El Elixir?- pregunto el hechicero, rascándose su larga barba blanca- Ah, si... he oído de él.

-¿Sabe donde podría encontrarlo? ¿En verdad existe?- ¿habría notado la ansiedad en el tono de su voz? El  nigromante sonrió.

-Bueno, amigo mío. Francamente hablando, claro que existe. Pero no creo que usted pueda llegar hasta él... ningún vampiro, demonio o mago en la actualidad puede llegar hasta él.

-No me importa. Quisiera intentarlo. Si sabe donde esta, le ruego que me lo diga- era muy extraño para él rogar para conseguir algo. Solía tomar todo lo que quería, sin pedir permiso.

La situación requería sutilidad. No podía ir asesinando a todos aquellos que pudieran serle de utilidad.

El viejo mago se levanto de su asiento y camino hasta un antiguo armario de madera. Abriéndolo mediante una llave oxidada, saco un pergamino.

Al desenrollarlo delante suyo, el vampiro pudo ver que se trataba de un mapa.

-Este es el único mapa que existe al lugar donde se cree que el Elixir estaría- explico- De más esta decir que es un recorrido plagado de peligros sin igual. Si realmente esta dispuesto a realizarlo...

-Claro que si- Frederick le arrebato el pergamino de un manotazo. Después, abrió una bolsa y saco cinco monedas de oro puro, las cuales entrego al hechicero.

-Que los Dioses del Mal le acompañen- lo despidió, cuando salió de su casa.

 

El trayecto fue tal y como el anciano le dijo. Vestido con una larga túnica gris y abrigado por varias pieles, el vampiro atravesó una cadena de montañas ciclópeas, ubicadas en los límites del mundo conocido.

El frío en esa región era tal, que un ser humano normal habría muerto apenas poner un pie en aquel sitio. Frederick le agradeció al Maestro por haberlo convertido, en cierta forma, en algo más que humano.

Deteniéndose de tanto en tanto, consultaba el mapa para saber si su camino era el correcto. Al ver que esto era así, reemprendía la búsqueda, escalando salientes empinadas y ocultándose del sol (que apenas se asomaba, debido a los terribles nubarrones que flotaban en el cielo sobre ese sitio).

 

Al décimo noveno día de andar, Frederick diviso algo en el montañoso horizonte.

Un templo, muy parecido a los templos budistas, se elevaba en la cima de uno de aquellos cerros. Según el pergamino, ese era el sitio donde estaba el Elixir.

Sonriendo para sí, el vampiro se dirigió hacia allí.

 

Las pesadas puertas de acero estaban cerradas. El lugar lucia terriblemente descuidado. Algunas de las paredes de piedra estaba rajadas, debido al inexorable paso del tiempo.

-Esto no va a detenerme- dijo y las empujo con todas sus fuerzas.

Curiosamente, los portones de entrada cedieron fácilmente ante él. Con el corazón encogido, Frederick ingreso en un amplio salón, repleto de velas que proporcionaban una tenue iluminación.

Caminando hasta el centro de la habitación, vio grandiosas estatuas que representaban a demonios multiformes, que nunca hubo visto antes. A parte de eso, el mobiliario de aquél lugar se coronaba con un trono revestido completamente en oro, adornado por piedras preciosas como el jaspe y las esmeraldas.

Aun así, lo más llamativo, era que no había nadie a la vista.

-¡Hola! ¿Hay alguien aquí?- pregunto, en voz alta.

Nada. Solo su eco le contesto, repitiendo cientos de veces su misma pregunta hasta desvanecerse.

El lugar parecía estar abandonado, pero las velas encendidas y el pulcro aspecto del interior indicaban que alguien debía estar “viviendo” allí. 

-¡Hooooooolaaaaa!- repitió, esforzando más su tono de voz- ¿Es que no hay nadie?

-No hace falta gritar tanto- respondió una voz, a sus espaldas.

Rápidamente, el vampiro se volvió. No vio a nadie, excepto una curiosa nube de niebla que parecía flotar a escasos centímetros del suelo.

Con los ojos bien abiertos, observo como aquella niebla se escurrió por sus pies hasta colocarse sobre el trono dorado. Luego pareció condensarse hasta que finalmente, se acentuó totalmente, formando una figura con sustancia física.

Un hombre gordo, vestido con una exquisita túnica celeste y portando un gran turbante lo miro, serio.

-Yo... – a pesar de que Frederick quiso hablar, estaba tan maravillado de lo que vio que las palabras le fallaban para expresarse.

-Lo sé- dijo el misterioso sujeto- Has venido por el Elixir.

-¿Cómo... es que lo sabe?

El individuo rió.

-Mi querido amigo, yo lo sé todo. O por lo menos, una parte de todo- reconoció.

Siempre mirándolo, el hombre se levanto el turbante y saco un pequeño frasco tapado, ornamentado con un par de figuras retorcidas esculpidas en su superficie.

Extendiendo su mano delante suyo, se lo ofreció al vampiro.

Temblando, Frederick se acerco. Se disponía a agarrar el frasco, cuando de repente, la mano que lo sostenía se desvaneció convertida en niebla.

-No tan rápido- dijo el misterioso hombre, entrecerrando sus ojos.

Frederick retrocedió. Su olfato súper desarrollado de vampiro le hizo saber que ese extraño tipo no era para nada humano... al igual que él, se trataba de un vampiro.

-Tú... eres como yo- dijo- ¡Eres un vampiro!

-Así es.

-¿P-Pero como es posible? ¡Ninguno de nosotros puede convertirse en niebla!

-Podrían, si tomaran un sorbo de esto- dijo, volviendo a mostrarle el frasco con el Elixir.

-Entonces, ¿usted lo ha bebido?

-Si.

Frederick trago saliva. ¡Ante él, tenia no solo la prueba irrefutable de la existencia del Elixir sino que también, a uno de los pocos vampiros que lo habían bebido!

-Mi nombre es Rabah- se presentó oficialmente el sujeto- Hace ciento cincuenta mil años que vivo en este templo. Poseo todo este poder y mucho más, gracias a esta sustancia que has venido a buscar.

-Yo... necesito ese Elixir.

-Si. Para enfrentar a la Cazadora- dijo Rabah, demostrando una vez más su curiosa “omnisciencia”.

-He recorrido todo el mundo, durante estos dos años, con el solo fin de hallarla. Le ruego que me la de.

-¿Por qué debería de hacerlo?

Silencio. Rabah lo miraba burlón. Frederick pasó de la estupefacción a la ira.

¡No camino kilómetros y kilómetros para que un vampiro gordo y ridículo se mofara de él! Decidió dejar de perder el tiempo.

-¡Dame esa maldita sustancia ahora mismo!- exigió.

-¿Y si no quiero?- el rostro de Rabah seguía siendo burlón- ¿Qué me vas a hacer?

-¡Voy a aplastarte el cráneo!

-Inténtalo. Si puedes hacerlo, el Elixir es tuyo- sonrió- Claro que, después de tantos siglos, no ha existido nadie capaz de derrotarme.

Su paciencia se termino. Transformando su rostro, Frederick ataco a Rabah, dispuesto a robarle el frasco. Sorpresivamente, el antiguo vampiro volvió a convertirse en niebla y se escurrió por entre sus manos, escapándose.

-Me parece que vas a tener que intentarlo otra vez- dijo, desde algún lugar.

-¿Dónde estas? ¡Da la cara, maldito!

Risas. Un coro de risas inmateriales invadió el interior del templo. Un fuerte viento se desato y las velas se apagaron. Frederick quedo sumido en la más profunda tiniebla.

Gracias a sus sentidos vampiricos, nada debía temer. Estaba atento a cualquier movimiento que de las sombras viniera hacia él.

Una mano se poso en su hombro. Se dio vuelta y largo un puñetazo en esa dirección. Solo golpeo el aire.

-Fallaste. ¿Qué clase de vampiro eres, Frederick? ¡Si tu fama es tal como yo la conozco, deberías ser capaz de derrotarme! Aunque, lo dudo mucho- dijo Rabah, en alguna parte.

-¡Miserable infeliz! ¡Da la cara!

Otra vez estaba riendo. La oscuridad a su alrededor pareció fluctuar.

-De acuerdo, si quieres verme, no veo por que he de negarte ese placer.

Las velas se encendieron otra vez, como por arte de magia. Frederick espero encontrarse cara a cara con el poderoso vampiro, pero en su lugar se hallo frente a frente a un horrible monstruo semejante a un murciélago de aspecto humanoide, de pie delante suyo.

-HOLA, FREDERICK. ¿TE GUSTA LO QUE VES?- dijo, con voz ronca la bestia.

Le arrojo un manotazo. Frederick cayó contra una columna, golpeándose bruscamente.

Cuando se recupero, el demonio ya estaba encima suyo, abriendo sus fauces y mostrando un par de gigantescos colmillos, semejante al de las cobras.

-¡Ah no! ¡Tú no va a derrotarme!

Sacando todas sus fuerzas, Frederick arremetió contra Rabah y lo atrapo aferrándolo por el cuello. Esquivo magistralmente los mordiscos que el infernal ser quiso darle y comenzó a tratar de retorcerle el pescuezo.

-¡Se termino!

-No, creo que no- dijo Rabah y volvió a convertirse en niebla.

-¡Eres un maldito tramposo!

-¿Y que esperabas?- otra vez reía.

La nube de niebla se sacudió y otro extraño fenómeno ocurrió. Todo el mobiliario de la habitación comenzó a moverse por sí solo, arrojado contra Frederick a modo de arma.

Resistiendo los golpes de mesas, sillas y estatuas, el joven vampiro se oculto detrás de una columna. Jadeando, tomo un respiro.

Tenia que derrotar a aquel sujeto, si quería el Elixir. Parecía imposible, viendo que sus poderes no poseían límites. Aun así, el Maestro le enseño a pensar y a evaluar a sus oponentes y dando uso de este conocimiento, Frederick lograría vencerlo.

-¿Te rindes?- pregunto Rabah, retornando a su forma original.

-¡Olvídalo!

-En ese caso...

Rabah fijo sus ojos en la columna en la que se ocultaba. Dando uso a un extraño poder telekinetico, la destrozo en pedazos como si fuera cartón.

Frederick quedo al descubierto.

-Es una pena. Pero tienes que morir- dijo, acercándosele.

-Eso no va a suceder- volvió a arrojarse contra su oponente, dispuesto a atraparlo.

-Te falta velocidad- Rabah otra vez se transformo en niebla- Así jamás podrás vencerme, ¿no crees?

 

“Justo como lo esperaba”, pensó y simulo estar desconcertado.

 

-Bueno, se termino el juego- Rabah comenzó a corporizarse una vez más.

-¡Ahora!

Frederick extendió una de sus manos hacia el centro de la nube neblinosa y cerro su puño. Rabah chillo de dolor.

-¡¡¡ARGHHH!!!

El antiguo vampiro termino volviéndose material otra vez y con un simple tirón, Frederick le arranco su palpitante corazón.

-Vaya vaya- se burlo el joven- Pero miren nada más. Creo que te derrote, ji.

-¡Mal... dito!

El gordo se desplomo en el piso, con el pecho abierto. Jadeaba, intentando mantenerse con vida, pero era todo inútil.

Arrojando el órgano a un costado, Frederick se agacho y saco de entre las ropas del moribundo el frasco con el Elixir.

-Y este es mi premio por haberte ganado, ¿no crees?

-¡Jamás... te saldrás... con la tuya!- siseo Rabah, escupiendo sangre- ¡Nunca... podrás controlar los poderes... que el Elixir te dará!

-Lamento decirte que estas equivocado. Puedo y lo haré. Que tengas una bonita visita el Infierno. Dale mis saludos a Lucifer.

Rabah gruño y se redujo a polvo. Estaba muerto.

Tomando el frasco entre sus manos, Frederick le saco el tapón. Dudo unos instantes antes de beberlo...

Poder. Aquello le daría un poder realmente inmenso. ¿Seria capaz de controlarlo?

-En fin. Como dice el refrán: “lo que no te mata, te fortalece”.

 

Lo tragó todo, hasta la última gota.

 

Lo que a continuación sucedió, fue rápido. Sintió como si un fuego se desatara en el centro de su pecho. Presa de un dolor indescriptible, cayó en el suelo ahogándose.

El Elixir corría por su estomago, por sus venas, su sistema nervioso, su cerebro...

-¡¡¡¡ARGHHH!!!!

Su cuerpo comenzó a temblar violentamente. La piel le hormigueaba, como si cientos de pequeños insectos le caminaran por debajo.

Con los ojos bien abiertos, vio como las heridas de quemadura que todavía no sanaron lo hicieron al instante. También sintió como su cabello volvía a crecer, fuerte y sano.

-¡Si! ¡Si! ¡Si!

El poder lo estaba invadiendo. Sus células, sus moléculas, sus átomos, estaban siendo alterados.

Cuando el proceso termino, estaba totalmente restaurado. Su aspecto era el de antes y el sentimiento que más predominaba en él, era el de supremacía total.

Se había convertido en un dios.

-¡Lo he logrado! ¡Lo he logrado!- exclamo, alzando los brazos de manera triunfal.

Poder absoluto. Podría hacer todo lo que quisiera, de ahora en más... ¿o no?

En realidad, no sabia exactamente si tenia limites y si lo que antes lo hería, podría volver a hacerlo.

-Cálmate, Frederick. Primero tienes que averiguar cuanto puedes hacer... y que.

Miro hacia el trono dorado del difunto Rabah. Sin duda, debía ser terriblemente pesado.

Se concentro. Aquello funcionaba. Podía sentir un curioso cosquilleo en su cerebro, y un sudor frío cuando el poder salió de él y se manifestó, provocando que el trono flotara sobre el suelo suspendido a escasos metros en el aire.

-¡Pero que maravilla!- exclamo, mientras reía a carcajadas.

Decidió ser más osado. Su atención se desvió del trono (que cayo pesadamente destrozándose) y a continuación, dirigió su poder telekinetico (¿existe otra manera de llamarlo?) hacia una pared.

Con un solo gesto la hundió totalmente, destruyéndola y abriendo un tremendo boquete. El frío viento del exterior comenzó a enroscarse en torno suyo.

Muy resuelto, Frederick salió al aire libre. Camino varios pasos hasta haberse alejado del templo. Luego, se volvió hacia él y enarco una ceja levemente.

-¡Esfúmate!- grito.

Eso fue todo. El edificio entero se vino abajo, envuelto en llamas, como si una poderosa bomba lo hubiera destruido.

Presa de un éxtasis infernal, el vampiro se dejo caer en el suelo repleto de nieve. Reía y reía a más no poder, embriagado de placer.

Las nubes sobre su cabeza parecieron comenzar a moverse. ¡Lentamente, la luz del sol empezaba a salir!

Su instinto preternatural le indicaba que debía huir, buscar resguardo, puesto que si el sol lo tocaba... pero una nueva idea surgió en su mente.

 

“¿Y por que me tengo que ocultar? ¿Y si la luz del sol ya no puede lastimarme?”, fue esa  la idea.

 

Alegre, se puso de pie y fue a sentarse sobre una saliente rocosa. Con la mano apoyada en la barbilla, se dedico a esperar.

El sol brillo con toda su fuerza sobre él... ¡¡¡y no lo quemo!!!

¡Su teoría era correcta! El poder del Elixir lo había cambiado tanto, que la luz solar ya no podía matarlo.

-¡Pero que bonito día!- grito, a las oscuras montañas- ¡Hace un día precioso!

Otra vez reía. Eran carcajadas sin sentido. Las montañas le devolvieron solamente su eco.

Descorriéndose un mechón de su renacido cabello, se dio cuenta que era hora de regresar.

-Muy pronto, la Cazadora deseara no haber nacido- dijo, con una mueca sardónica en el rostro.

Repentinamente (al igual que Rabah) se transmuto en niebla. Mezclándose junto a la corriente de viento, se esfumo como si nunca hubiera existido.

Su nuevo destino, era Sunnydale.

 

************

 

SUNNYDALE, CALIFORNIA, MUCHÍSIMO TIEMPO DESPUÉS...

 

Su regreso al pueblo fue, de alguna manera, inesperado para sus discípulos.

Desde hacia como dos años que no tenían noticias suyas. Cuando llego y se presento ante ellos con su aspecto revitalizado, no lo pudieron creer.

Menos lo hicieron al ver los maravillosos y terroríficos poderes que ahora poseía.

 

Muchas cosas hubieron cambiado en estos dos años durante su ausencia.

 

Sus sirvientes le llevaron informes completos actualizados de todo lo que la Cazadora hizo y de las aventuras que vivió en este tiempo. A pesar de que Frederick no necesitaba leer ninguno de ellos para enterarse cuan poderosa se volvió aquella chica (ya que entre sus nuevas habilidades, estaba la telepatía, con la que podía extraer el conocimiento de sus cerebros) prefrió hacerlo, más por costumbre que por otra cosa.

-Vaya, veo que es cierto- dijo, pasando las hojas a una velocidad increíble, para desconcierto de sus hombres- Esta chica si que es formidable.

Sus principales logros hasta la fecha eran: haber destruido a Kakistos; detenido la Ascensión (un ritual antiquísimo con el cual una persona podría llegar a convertirse en un demonio puro); aniquilado a un grupo de científicos / militares que realizaban experimentos prohibidos sobre demonios y vampiros, y derrotado a la máxima creación de estos: Adam.

También se decía que ya casi ningún demonio o ser sobrenatural del lugar quería enfrentársele. Todos le temían y solo unos pocos necios todavía insistían en hacerle frente...

-Maestro, ¿qué debemos hacer ahora?- pregunto uno de sus vampiros.

-Ahora, vamos a empezar de una buena vez con la fase final de mi plan: ¡¡EXTERMINAR A LA CAZADORA!!

                                                                                               4ª Parte